VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

Instrucción espiritual sobre LOS ESCRÚPULOS (III)


Dom Innocent Le Masson
General de la Orden de los Cartujos
Avis Spirituels et Méditations
(Extraída de la obra Avis Spirituels et Méditations, Tournai, 1911)
https://archive.org/details/avisspirituelset00lema

Pero para que quede más claro el origen de este castigo y podamos concebir mejor los remedios, conviene señalar que lo que podemos llamar más propiamente la parte inferior del alma, es el sentido interno y el corazón. Los primeros pensamientos (primeros conceptos) se forman en este sentido interno, que por su poder estimativo emite un juicio rápido e imperfecto sobre los objetos que le presentan los sentidos externos o que la memoria le proporciona, y luego se suscitan movimientos en el corazón de acuerdo con lo que este sentido interno le presenta. La relación que guardan entre sí significa que este sentido interno, que es lo que comúnmente llamamos espíritu, excita los movimientos del corazón, y el corazón excitado inflama a su vez al espíritu, de modo que uno y otro juntos perturban e impiden la razón, que no es la facultad que actúa en esta primera estima y en los primeros pensamientos o conceptos, sino que es sólo el sentido interno el que actúa en este caso.


Notad bien esto, pues, y recordadlo cuidadosamente si podéis entenderlo: porque ayuda a concebir que no hay pecado en los primeros pensamientos ni en los primeros conceptos, porque ni la razón ni la libertad tienen parte en ello; y esto ayuda también a saber cómo se forman el mal y las angustias de los escrúpulos. Pero si no entendéis, no os angustiéis: porque lo que sigue os lo explicará en la práctica. El corazón participa de este dolor debido a una cierta sensibilidad de miedo natural; pero es sobre todo el espíritu el que tiene la mayor participación debido a las apariencias de verdad que encuentra en estas opiniones y que excitan su poder estimativo. De ahí que el espíritu y el corazón se asusten ante la mera visión del mal del pecado, así como vemos a personas tímidas asustarse ante el rumor de que hay ladrones en su camino. El miedo hace que los tímidos piensen constantemente en el peligro, y sus pensamientos sólo representan imágenes de la muerte sin dejarles casi ninguna esperanza de escapar de ella. Asimismo, también la mera apariencia y el temor del pecado produce el tormento de los escrupulosos.


Ayudado por la temerosa timidez del corazón, la potencia estimativa del espíritu presenta a la razón varios pensamientos que la sorprenden y le plantean dificultades que no puede resolver bien, porque carece de conocimientos suficientes, y también porque no está acostumbrada a tener el espíritu y el corazón sujetos a su juicio, y finalmente porque está privada de esta fuerza que se adquiere en la práctica de la mortificación.


Sin embargo, la razón, percibiendo por su luz que no hay pecado en la cosa, quiere proponérselo al espíritu; pero inmediatamente éste, con su poder estimativo, suscita mil contradicciones e imita aquellos a quienes intentamos sacar de un vano terror mediante el juicio de una sana razón; en vano multiplicamos los argumentos para convencerles de que no hay motivo para temer, resulta que muchas veces tienen infinidad de otros que dar para demostrar que tienen grandes motivos para temblar.


Además, el corazón se une al espíritu y sufre una dolorosa contracción provocada por la impresión del miedo; y aquí hay tres cosas que constituyen el castigo de los escrupulosos, a saber: la agitación del espíritu, la angustia del corazón, y la irresolución de la razón, que la mantiene como en estado de suspensión.
Continuará...

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