VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, Viuda


19 de noviembre del Año del Señor
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA,
Viuda

En orden a los difuntos no queremos, hermanos,
dejaros en ignorancia para que no os entristezcáis,
del modo que suelen los demás hombres,
que no tienen esperanza.
(1 Tesalonicenses, 4, 13).


Santa Isabel, hija de Andrés II, rey de Hungría, y esposa de Luis IV, landgrave de Turingia, levantábase todas las noches para orar a Dios, alimentaba hasta a novecientos pobres todos los días y seguía descalza las procesiones. A la muerte de su virtuoso esposo, que se había hecho cruzado con Federico Barbarroja: "Dios mío -dijo ella- cuando para resucitarlo no tuviese sino que dar un solo cabello, no lo daría si ello fuese contra vuestra voluntad". Despojada y echada entonces como disipadora por su cuñado, vivió pobre con sus tres hijos, recobró después sus bienes cuyas rentas distribuyó a los pobres, y murió en una cabaña, el 17 de noviembre de 1231, contando menos de 24 años de edad.


ORACIÓN

Dios de misericordia, iluminad los corazones de vuestros fieles, y por la gloriosa intercesión de la bienaventurada Isabel, concedednos la gracia de despreciar las prosperidades mundanas y gozar sin interrupción de los consuelos celestiales. Por J. C. N. S. Amén.


MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE
DE NUESTROS PARIENTES y AMIGOS

I. Todos los días vemos que se mueren personas que nos son queridas. Si sucumben a una muerte súbita e imprevista, aun después de una vida poco edificante, no desesperemos de su salvación; tal vez han invocado a Dios y han obtenido el perdón de sus faltas en el último momento; con todo, tomemos nuestras medidas para no ser sorprendidos en la misma forma. Si estas personas mueren con la muerte de los justos, no las lloremos; más bien tengámosles santa envidia. Te afliges de ver morir a tal pariente o a tal amigo; consuélate, es más dichoso que tú si ha muerto santamente. Tú combates aún, él triunfa ya. Que tu fe, tu esperanza y tu caridad te consuelen. (San Agustín).

II. Dios quiere desapegarte de las personas que más amas, a fin de que le pertenezcas por entero; quiere que pienses a menudo en la muerte. Escucha qué te dice: Hoy es mi turno, mañana será el tuyo. ¿Qué estima tiene ahora ese amigo de aquello que era el objeto de sus afanes? Un día estarás como él en el lecho de muerte. Ten los sentimientos que entonces tendrás y despreciarás lo que más amas.


III. No esperes la hora de la muerte para prepararte a morir bien. No sabes cuándo ni cómo morirás: haz ahora todo lo que entonces quisieras haber hecho. ¿Estarías dispuesto a morir en este momento? Pensemos incesantemente en la muerte; esforcémonos lo más que podamos para no estar eternamente separados de nuestros parientes y amigos, que gozan ahora de la gloria del paraíso. Allí nos espera gran número de aquéllos que nos son queridos. (San Cipriano).

*Así es, mis queridos hermanos y hermanas. El pensamiento de la muerte es muy saludable, pues nos separa del apego a las cosas materiales y a las personas a las que amamos. Dios envía la humillación de la cruz a sus llamados y escogidos porque quiere separarlos de la afición a las vanidades mundanas, de ahí que les muestre el verdadero rostro de este mundo hipócrita y traidor mediante la contrariedad de la cruz, que es un escándalo y una locura para los engañados paganos que están bajo el imperio del maligno (I Juan 5,19), aunque ellos lo ignoren y piensen ser dueños de su propio destino, cuando la realidad es que los pobres están caminando por el camino ancho y espacioso que conduce a la perdición. El mundo y quienes tienen su espíritu creen que la cruz es una señal de oprobio y confusión que indica que alguien ha sido maldito por Dios, o por lo que ellos piensan ser Dios, cuando la realidad es bien distinta, pues nosotros los que hemos nacido de lo alto por la Fe en Cristo y la iluminación del Paráclito, nosotros sabemos que la cruz es una señal ciertísima de predestinación, ya que Dios nos muestra cuánto nos ama al enviarnos aflicciones y penalidades, para que imitemos a Su Divino Hijo Jesucristo en su subida al Monte Calvario. La cruz implica morir a nosotros mismos, crucificar nuestra voluntad y mortificar nuestro amor propio, para no querer nada más que lo que Dios quiere, de ahí que su aceptación serena y resignada sea la mejor manera de prepararnos para el momento decisivo de la muerte, cuando todos habremos de comparecer ante el Juez Eterno para dar cuenta de nuestras acciones. Que Santa Isabel de Hungría nos alcance ese amor por la mortificación y la Caridad que la movía a ella para con los pobres de cuerpo, y sobre todo, de espíritu, que viven alejados de Dios y no tienen Fe.

Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo IV, Patron Saints Index.

*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.

19 de Noviembre del Año del Señor.
SANTA ISABEL
DE HUNGRÍA
Viuda
n. 1207 en Presburgo, Hungría;
† 1231 en Marburgo

Patrona de viudas; panaderos; mendigos; novias; trabajadores y sociedades de caridad; condesas; exiliados; personas falsamente acusadas; hospitales y sanatorios; servicios de enfermería; personas ridiculizadas por su piedad; terciarios. Protectora contra la mortalidad infantil; dolores de muela; problemas con la familia política.

En orden a los difuntos no queremos, hermanos, dejaros en ignorancia para que no os entristezcáis, del modo que suelen los demás hombres, que no tienen esperanza. (1 Tesalonicenses 4, 13)

+ En la ciudad de Marburgo, en Alemania, el tránsito de santa Isabel, Viuda, hija de Andrés, Rey de los Húngaros, de la tercera Orden de san Francisco; la cual, ocupada continuamente en obras de piedad, esclarecida en milagros, pasó al Señor.
+ San Ponciano, Papa y Mártir, cuyo triunfo se conmemora el 30 de Octubre.
+ En Samaria de Palestina, san Abdías, Profeta.
+ En Roma, en la vía Apia, el triunfo de san Máximo, Presbítero y Mártir, el cual, habiendo padecido en la persecución de Valeriano, fue enterrado en la Iglesia de san Sixto.
+ En la ciudad de Ecija, en España, san Crispín, Obispo, que, siendo decapitado, alcanzó la gloria del martirio.
+ En el mismo día, san Fausto, Diácono Alejandrino, que, primeramente en la persecución de Valeriano, fue desterrado con san Dionisio; después, siendo de edad avanzada, en tiempo de Diocleciano pasado a cuchillo, consumó el martirio.
+ En Cesarea de Capadocia, san Barlaán, Mártir, que, aunque rústico y sin letras, fortalecido con la sabiduría de Cristo, venció con su constancia en la fe al tirano y al mismo fuego. En el día de su fiesta predicó san Basilio el Grande un célebre panegírico.
+ En Viena de Francia, los santos Mártires Severino, Exupeno y Feliciano, cuyos cuerpos, al cabo de largos años, hallados por revelación de los mismos Santos, fueron honoríficamente exhumados por el Obispo, clero y pueblo de aquella ciudad, y con el debido honor sepultados.
+ En Isauria, el suplicio de los santos Azas y ciento cincuenta Compañeros soldados, en tiempo del Emperador Diocleciano y del Tribuno Aquilino.

+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

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