VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

Mons. GAUME - ¿PARA QUÉ SIRVE EL PAPA? (VIII)


Mons. Jean-Joseph Gaume
El Papa es la continuación del Hijo de Dios.
El Papa Pontífice y Rey 
es la máxima majestad de la tierra.


Imposible. ¿Preguntáis para qué sirve el Papa-Rey? Nadie lo sabe mejor que vosotros. Si no fuera de utilidad, no lo atacaríais. La prueba clara de que el Papa sirve para todo es que se le ataca en todas partes. Vuestra distinción entre el Papa-Pontífice y el Papa-Rey es sólo una ilusión. El Papa es la continuación del Hijo de Dios, Pontífice y Rey. En su persona es necesaria la unión de la realeza y el pontificado, para representar ante las generaciones que pasan, al Rey y al Pontífice que no pasan. Provenientes del mismo origen, estas dos prerrogativas tienden al mismo objetivo. El Rey sirve al Pontífice, como el cuerpo sirve al alma.

Radicalmente privado del poder temporal, el Papa es un alma sin cuerpo. Establecido para comandar a los seres tanto materiales como espirituales, ¿cómo se relacionará el Papa, alma sin cuerpo, con sus súbditos? Apóstoles de lo puramente espiritual, explicad el problema: de lo contrario, admitid que no sabéis lo que decís, y que el primer efecto de vuestras utopías sería relegar al Papa y a la Iglesia al mundo angelical, es decir, según vuestros pensamientos, en el imperio de la Luna.

Impotente. Habláis de vuestro respeto por el Papa Pontífice, que se convirtió en un simple Obispo de Roma. El Papa Pontífice y Rey es la máxima majestad de la tierra; porque es la personificación visible de la realeza eterna, y eternamente independiente, del Hijo de Dios sobre el mundo. El Papa Pontífice y Rey es el Papa que camina como el primero de los monarcas; el Papa disfruta, en un grado inaccesible para cualquier otro mortal, del prestigio de la soberanía. Este prestigio es doblemente esencial: para imprimir, cerca y lejos, el respeto a los príncipes y a los hombres hasta los confines de la tierra, y para conservar, brillando como el sol, el sello de la independencia, necesario para la palabra pontificia.

Tal es el carácter augusto con el que se presenta el Papa-Rey. ¡Y él es incapaz de obtener vuestro respeto y obediencia! ¿Qué digo? ¡Os atrevéis a prodigarle insultos y desprecios!

Es, decís, por culpa de su realeza. ¡Ah! ¡Si ya no fuera Rey! ... ¡Con qué respeto lo rodearíamos! Fielmente traducido, este lenguaje significa: cuando el Papa haya descendido de las alturas donde lo han elevado los consejos de Dios y el respeto del universo; cuando, en lugar de ser el primero de los soberanos, ni siquiera será Rey, sino súbdito; cuando ya no tendrá ni órganos oficiales para dar órdenes a los príncipes y al pueblo, ni representantes acreditados para defender los intereses de la religión en todo el mundo; cuando sus palabras solitarias, sin protección legal, puedan cada día ser distorsionadas, truncadas, traducidas erróneamente por una prensa hostil; cuando por fin ya no hablaremos más del Papa, o cuando todos podrán insultarlo impunemente: entonces caeremos de rodillas, respetuosos como los primeros cristianos, obedientes como los novicios.
Sólo os queda una cosa: que os crean.

Continuará...



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