VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

LOS NEPHILIM

gigantes autem erant super terram in diebus illis postquam enim ingressi sunt filii Dei ad filias hominum illæque genuerunt isti sunt potentes a sæculo viri famosi

Thucistas de la anomia en sendos canales (uno publicita el video con la fábula, el otro la dice de viva voz) defienden fuentes apócrifas, anticanónicas, patrañas gnósticas, evangelistas y Montinianas (biblias Wojtylianas editadas en la década de 1990) y neo-gnósticas, fábulas de que los Nephilim/Gigantes (Génesis 6,1-4) son "combinación de ángeles caídos con seres humanos, mujeres humanas [...] combinación de demonios con seres humanos" (sic) tras la cópula de demonios con mujeres, algo absolutamente imposible y acatólico.

El Catolicismo dice que son los descendientes de los hijos de Set (hijos de Dios, ángeles/mensajeros de Dios) unidos a las hijas de Caín ( hijas de los descreídos, irreligiosos).

Que eran hombres de estatura alta (2,50-2,80 m), tiranos y violentos.


Recordemos que ángel no es una especie per se (según Santo Tomás no hay 2 ángeles/seres espirituales de la misma especie html#a4) sino una profesión, la de mensajero de Dios.

Recordemos también a los anómicos que el IV Concilio de Letrán definió a las criaturas angélicas como espirituales, citado textualmente en el Concilio Vaticano, y S.S.Benedicto XII contra los errores de los armenios dejó atado que no se reproducen.

Por tanto es imposible que los demonios puedan tener descendencia con humanos, como anómicos cismáticos thucistas aseguran.

Dejamos la explicación CATÓLICA sobre los Nephilim/Gigantes:


Imagen 1ª

Extractos de "La Ciudad de Dios" de San Agustín, 
Libro XV Capítulo XXIII dedicado en exclusiva a esto.


Imagen 2ª

Biblioteca de Religión, o sea Colección de obras contra la incredulidad y errores de estos últimos tiempos, bajo la dirección de la traducción y recopilación de los 25 tomos por el ultramontano Cardenal Pedro Inguanzo Rivero, siendo el Tomo I el "Diccionario Filosófico" del Padre Jesuíta François-Xavier de Feller pregunta 46, páginas 98-99.

Imagen 3ª

Biblia Vulgata de Scio.

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¹Por los hijos de Dios entienden todos los Santos Padres los hijos de Set, que siguieron la piedad de su padre; y por hijas de los hombres las que descendían de Caín, perversas como el padre

²Pasados estos, enviaré el diluvio sobre la tierra.

Biblia Torres Amat 

Edición 1883

https://archive.org/details/AI156/page/n24/mode/1up

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² LOS HIJOS DE DIOS: los descendientes de Set, conservados buenos y piadosos.

LAS HIJAS DEL HOMBRE: las mujeres de la raza de Caín, malvada e impía.

³SERAN SUS DÍAS: el plazo que Dios concede a la humanidad antes de castigarla.

⁴LOS GIGANTES: a estos hombres de sorprendente estatura y orígen desconocido de refiere también Num. 13,13, LOS HÉROES famosos desde antiguo parecen ser fruto de las uniones de los setitas y los canaitas.

Biblia Bover Cantera de 1957

https://archive.org/details/biblia-bover-cantera-1957

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²¿Quienes son esos hijos de Dios? No se trata aquí de reminiscencias mitológicas, pues la Biblia no ofrece mitologías sino verdades. La interpretación judía, y también la de muchos Padres han visto en los hijos de Dios a los ángeles, Santo Tomás de Aquino, empero, dice que los ángeles, aunque sumen a veces una apariencia corpórea, no tienen cuerpos materiales y por lo mismo no realizan aquellos actos vitales que se indican en este pasaje. Además, el término 

"hijos de Dios", no es exclusivo de los ángeles, sino que se aplica también al hombre, p.ej. en Deut.14,1; Sab. 5,5; Os 1,10 (hebr. 2,1). Las hijas de los hombres; las mujeres de la raza de Caín, que corrompieron a los 

"hijos de Dios", es decir, a los hijos del linaje de Set. Tenemos aquí el primer fruto de los matrimonios mixtos.

⁴ss Gigantes: hijos de los matrimonios aludidos en el vers. 2. Cultivaban la fuerza de la física bruta y pisoteaban los derechos de Dios y de los hombres. El profeta Baruc los llama diestros en la guerra (Baruc 3,26), la que constituía su ocupación principal...

Biblia Straubinger

https://archive.org/details/straubingerlasantabibliatraducidayanotadaantiguotestamento


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San Agustín

LA CIUDAD DE DIOS
CONTRA PAGANOS
LIBRO XV CAPÍTULO XXIII

¿Se puede creer que los ángeles, de sustancia espiritual, seducidos por el amor de las mujeres hermosas, se casaron con ellas y de ahí nacieron los gigantes?

Esta cuestión, que recordamos de paso, la hemos dejado sin resolver en el libro tercero de esta obra: ¿Pueden los ángeles, siendo espíritus, unirse corporalmente con las mujeres? Está escrito: A los espíritus los hace ángeles suyos; es decir, a los que son espíritus por naturaleza, él los hace sus enviados, encargándoles el oficio de anunciar. Pues la palabra griegaἄγγελος, nombre que en latín se da como angelus, significa mensajero. Pero es dudoso si se refiere a sus cuerpos cuando dice a continuación: Y a sus ministros, fuego abrasador, o se refiere a la caridad, que, como fuego, debe animar a sus ministros.

Ahora bien, que los ángeles se hayan aparecido a los hombres en cuerpos semejantes, pudiendo no sólo ser vistos, sino también tocados, nos lo testifica la Escritura, siempre verdadera. Es voz bien común, y hay muchos que dicen haberlo experimentado, o lo han oído de quienes lo experimentaron, y no se puede dudar de su fe, han oído que los silvanos y los faunos, vulgarmente apodados íncubos, se han presentado desvergonzadamente a las mujeres, solicitando y realizando la unión carnal con ellas. También afirman muchos -y de tal categoría que denotaría petulancia negarles la fe- que ciertos demonios, llamados dusios por los galos, intentan asiduamente y cometen esta inmundicia. Yo no osaría, pues, pronunciarme si algunos espíritus, tomando un cuerpo aéreo (de hecho este elemento se hace sensible, palpable corporalmente al ser agitado por un abanico), pueden experimentar esta pasión de suerte que se unan a su manera a las mujeres sintiendo ellas estos efectos.

Lo que no puedo admitir es que los ángeles santos hayan podido caer así en aquel tiempo ni que de ellos dijo el apóstol Pedro: Dios no perdonó a los ángeles que pecaron; al contrario, los precipitó en las lóbregas mazmorras del infierno, guardándolos para el juicio. Esto se dijo de los que apostatando primeramente de Dios, cayeron con su príncipe, el diablo, que por envidia engañó al primer hombre con astucia viperina. De que los hombres han sido llamados también ángeles de Dios tenemos testimonios bien abundantes en la misma Escritura santa. De Juan se dijo: Mira, te envío mi mensajero por delante para que te prepare el camino. Y el profeta Malaquías se llama a sí mismo ángel por cierta gracia propia, esto es, concedida propiamente a él.

Hay otro motivo que mueve a algunos: se lee que de los llamados ángeles de Dios y de las mujeres que amaron no nacieron hombres de nuestro linaje, sino gigantes; como si en nuestros mismos tiempos no hubieran nacido -ya antes lo insinué- cuerpos de hombres que superan en mucho nuestra estatura. ¿No hubo en Roma, poco antes de la destrucción de la ciudad por los godos, una mujer viviendo con su padre y con su madre, de estatura en cierto modo gigantesca, que sobrepujaba en mucho a los demás? Para verla acudía de todas partes inmensa concurrencia. Y lo que más admiración causa­ba era que sus padres no llegaban a las tallas extraordinarias que solemos ver.

No hay inconveniente, pues, en admitir que nacieran gi­gantes incluso antes que los hijos de Dios, llamados también ángeles de Dios, se unieran con las hijas de los hombres, es decir, de los que viven según la carne; en otras palabras, los hijos de Set con las hijas de Caín. Así habla la Escritura, donde leemos estas palabras: Cuando los hombres se fueron multiplicando sobre la tierra y engendraron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas del hombre eran bellas, escogieron algunas como esposas y se las llevaron. Pero el Señor se dijo: Mi aliento no durará por siempre en el hombre; puesto que es de carne, no vivirá más que ciento veinte años. En aquel tiempo -es decir, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas del hombre y engendraron hijos- habitaban la tierra los gigantes (se trata de los famosos héroes de antaño).

Estas palabras del libro divino indican claramente que hubo gigantes ya en aquellos días en que los hijos de Dios tomaron como mujeres a las hijas de los hombres, amándolas por buenas, es decir, por su hermosura; pues acostumbró esta Escritura llamar buenos aun a los de hermoso cuerpo. Pero nacieron gigantes también después de esto; dice la Escritura: Había gigantes sobre la tierra en aquellos días; y aun después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas del hombre. Luego los hubo antes y después de aquellos días. Aquella frase: Y engendraban para ellos, muestra bien claro que, antes de caer así, los hijos de Dios engendraban para Dios, no para sí, esto es, no dominados por el placer de la carne, sino sirviendo al deber de la procreación: engendraban no una familia para su propio orgullo, sino ciudadanos de la ciudad de Dios, enseñándoles como ángeles de Dios a poner en él su esperanza; como el que nació de Set, hijo de la resurrección, y puso su esperanza en invocar el nombre del Señor Dios; en cuya esperanza habían de ser, junto con sus descendientes, herederos de los bienes eternos y hermanos de los hijos bajo la paternidad de Dios.

Pero que no fueron sólo ángeles de Dios, sino que también fueron realmente hombres como piensan algunos, lo declara sin ambigüedad alguna la misma Escritura. Habiendo dicho primero que, viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran bellas, escogieron algunas y se las llevaron, añade en seguida: Mi aliento no durará por siempre en el hombre, puesto que es de carne. Habían sido hechos, en efecto, por el Espíritu de Dios ángeles de Dios e hijos de Dios; pero rebajándose a los bienes inferiores, son denominados hombres por la naturaleza, no por la gracia; son llamados también carne, abandonando el espíritu y siendo abandonados por haberlo abandonado ellos.

Los Setenta llamaron a éstos ángeles de Dios e hijos de Dios; lo cual, ciertamente, no lo tienen todos los códices, pues algunos sólo tienen «hijos de Dios». Aquila, en cambio, el traductor preferido de los judíos, los ha traducido no por «ángeles de Dios» ni «hijos de Dios», sino por «hijos de los dioses». Las dos versiones son verdaderas: eran hijos de Dios, bajo el cual, como padre, estaban también los hermanos de sus padres; y eran hijos de los dioses, porque habían sido engendrados por los dioses, con los cuales ellos mismos eran dioses, según las palabras del salmo:Yo dije: Sois dioses e hijos todos del Altísimo. Con razón, pues, se admite que los Setenta recibieron espíritu profético, de suerte que, si cambiara alguna cosa por autoridad del mismo y dijeran algo distinto de lo que traducían, no quedara duda de que estaba dicho con autoridad divina. Aunque en hebreo se tenga esto por ambiguo y se puedan admitir ambas traducciones: «hijos de Dios» e «hijos de los dioses».

Pasemos en silencio las fábulas de los escritos llamados apócrifos, puesto que su origen oscuro fue desconocido para los padres, a través de los cuales nos ha llegado a nosotros, por una sucesión bien segura y conocida, la autoridad de las Escrituras veraces. Aunque en estos apócrifos se encuentra alguna parte de verdad, dadas las muchas falsedades que contie­nen, carecen de toda autoridad canónica.

Cierto que no se puede negar que escribió algunas cosas por inspiración divina Henoc, el séptimo desde Adán, ya que nos lo dice en la epístola canónica el apóstol San Judas. Pero con razón no están contenidas en el canon de las Escrituras, conservado en el templo del pueblo hebreo con la diligencia de los sacerdotes que se iban sucediendo: ya porque fueron juzgadas sospechosas de garantía por su antigüedad, ya porque no se podía demostrar que fueran las que él había escrito, no siendo de tal categoría los que las presentaban que probaran haberlas conservado legítimamente a través de la serie de sucesiones.

Los escritos que se publican bajo su nombre y contienen estas fábulas de gigantes, que no tuvieron por padres a hombres, con razón piensan los prudentes que no deben ser tenidas por suyas. Como se publican por los heréticos muchas otras cosas también bajo el nombre de otros profetas, y últimamente bajo el nombre de los apóstoles, y todas ellas, tras diligente examen, han sido rechazadas como apócrifas por la autoridad canónica.

Por consiguiente, según las Escrituras canónicas hebreas y cristianas, no hay duda de que existieron muchos gigantes antes del diluvio, y que fueron ciudadanos de la ciudad terrena de los hombres; y que los hijos de Dios, que se propagaron por Set según la carne, fueron a engrosar esta sociedad abandonando la justicia. No es de maravillar que pudieron nacer también de ellos gigantes; ya que, aunque no todos fueron gigantes, sí hubo más gigantes entonces que en los tiempos después del diluvio. Y tuvo a bien Dios el crearlos, para demostrar también con ello que el sabio no debe estimar en mucho ni la hermosura, ni el tamaño, ni la fortaleza de los cuerpos. Debe sentirse feliz por los bienes espirituales e inmortales, muy superiores, más estables y propios de los buenos, no comunes a buenos y malos. Recomendando esto otro profeta dice: Allí nacieron los gigantes, famosos en la antigüedad, corpulentos y belicosos; pero no los eligió Dios ni les mostró el camino de la inteligencia; murieron por su falta de prudencia, perecieron por falta de reflexión.

Fuente: https://www.augustinus.it/spagnolo/cdd/cdd_15_libro.htm
Audio: https://www.youtube.com/watch?v=ZF7sqRY4RK8