Vosotros conocéis la historia de Job. Aquel santo hombre era uno de los personajes más ricos y más fieles en el servicio de Dios. Poseía fértiles tierras; cosechaba abundantes mieses; tenía los más numerosos rebaños. Estaba rodeado de un número de hijos que eran su alegría y su orgullo. Satanás consiguió que Dios le permitiese herirle en lo más íntimo y le arrebató sus cosechas, sus rebaños y sus hijos... Herido después en el propio cuerpo, se lo vió en su estercolero rascar sus llagas purulentas con un trozo de teja.
¡Ah, hermanos míos! ¿Habrá obtenido Satanás permiso para herir sin cuartel? Ved los golpes que se le asestan, no en sus bienes, ni en su cuerpo, sino en su alma cristiana, con una audacia, con una rabia, con una obstinación que nunca se ve satisfecha ni nada puede detenerla.
Repertorio Universal del Predicador
Tomo XVIII
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