Obispo de Laval
Se había buscado una palabra que transmitiera la esencia de esta infalibilidad que no proviene de la Iglesia, y se había creído encontrarla en esta frase: la infalibilidad personal y separada del Papa. Pero el Concilio descartó estas dos palabras. La primera, infalibilidad personal, parecía difícilmente tolerable, ya que la infalibilidad no está ligada a la persona del Papa, sino a su oficio; y la segunda, infalibilidad separada, fue juzgada detestable. La palabra "separada" no debe usarse nunca para referirse al Papa y a la Iglesia. La Iglesia y el Papa son una misma cosa. Dónde está el Papa, está la Iglesia. Y dónde está la Iglesia, está el Papa. A veces se ven cabezas separadas de los cuerpos, pero eso es en los cadáveres. Ni siquiera basta decir que cuando el Papa habla, la Iglesia siempre se une. La Iglesia se escucha en el Papa. El Papa habla con ella, en ella. Lo que dice, lo lee en las entrañas de la Iglesia. El mismo Espíritu Santo que pone tales palabras en los labios del Papa, las pone al mismo tiempo en el corazón de la Iglesia, las había puesto allí antes; pues suben a los labios del Papa sólo porque salen del corazón de la Iglesia. Esto no impide que el Papa las vea y las diga faliblemente sólo porque está asistido por el Espíritu Santo. Es el encuentro de estas dos infalibilidades, la infalibilidad activa en la cabeza y la infalibilidad pasiva en el cuerpo, fundidas entre sí, lo que forma la infalibilidad total del Sumo Pontífice.
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