VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

Instrucción espiritual sobre LOS ESCRÚPULOS (VIII)


Dom Innocent Le Masson


El hombre de buena conciencia se forma una idea de Dios en la que se reúne en grado soberano todo lo bueno, liberal, amable, grande, poderoso, sabio y admirable, sin que todas estas cualidades queden separadas unas de otras en su idea, como tampoco son separables en la naturaleza de Dios. Pero para proporcionar mejor la cosa a nuestra forma de concebir, acumulemos en un maestro todo lo que podemos considerar digno de elogio y amable: el humor más agradable del mundo, el más dulce y razonable, una magnificencia sin igual que lo lleva a hacer el bien incluso a quienes no lo merecen, una generosidad de corazón enteramente noble, que en todo consulta sólo a lo que es justo y bueno, siempre dispuesto a disculpar y perdonar, y enteramente alejado de engaños y argucias, una grandeza formidable pero atemperada por una bondad y una sabiduría admirables, que lo conserva todo en el respeto y lo conduce a la sumisión, un poder terrible, pero que sólo se ejerce frente a los rebeldes, a quienes toda la sabia conducta, el buen humor y los encantos de su amo no impresionan, una perfecta sabiduría para gobernar, que sabe actuar como una maestra, pero con consumada moderación, que emplea a sus siervos en las obras de su buena voluntad, y que conociendo sus defectos, sus debilidades y la lentitud de su espíritu grosero, los soporta a pesar de sus faltas y se aplica a instruirlos y corregirlos.


Finalmente, nos formamos la idea de un amo que en todo ejerce su autoridad de una manera tan suave, tan fuerte, tan buena y tan sabia, que corrige o reprime la insolencia de los servidores rebeldes, pero que lo hace con tan buena gracia que nadie pueda encontrar motivo de queja. Además, agreguemos a esta idea toda la buena voluntad que podamos imaginar, todas las atenciones afectuosas de un buen padre hacia su hijo al que ama, al que instruye, dirige y cuida de todo con ternura; y luego cuando hayamos reunido todas estas cualidades, elevémoslas en lo alto del pensamiento y las encontraremos nuevamente y las contemplaremos en Dios, pero de una manera mucho más sublime e infinitamente elevada por encima de todo lo que se puede encontrar en la criatura; y este es el sentimiento, la idea que el hombre de recta conciencia se forma de su Dios. Pero ¿qué fuente de bien brota de ello para su corazón? Entra cada vez más en el respeto, en la sumisión y en el temor amoroso que le hace muy exacto en el servicio de tan buen Maestro; se vuelve amable, tratable y caritativo con el prójimo, y avanza en confianza filial hacia tan buen Padre. En esto cumple el consejo que el Espíritu Santo da por boca del Sabio: “Tened sentimientos, dice, coherentes con la bondad del Señor, y buscadlo con sencillez de corazón”1. ¿Qué quiere decir el Sabio con esta sencillez de corazón? Significa un corazón que quiere ir a Dios de buena fe, y que no se forma tantos misterios, visiones, retornos y temores, como si tuviera que tratar con un Dios astuto o sutil, con quien era necesario tomar las precauciones que uno usaría con un hombre que tuviera estas malas cualidades; y, sin embargo, esto es lo que hace el escrupuloso: ¿no es realmente un bello honor el que rinde a Dios?

1 Sentite de Domino in bonitate, et in simplicitate cordis quaerite illum. Sap. 1,1.

Continuará...


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