Venerable Pedro Eymard
Pero, ¿cómo podremos saber que un obispo, un sacerdote, son verdaderamente los representantes del supremo Pontífice y los depositarios de la autoridad católica?
Con estas sencillas preguntas: al obispo: ¿Venís del Papa? ¿Estáis unido al Papa? ¿Trabajáis con el Papa? En caso afirmativo él será para mí el Papa que enseña, santifica y gobierna a la Iglesia: él será la Iglesia.
Al sacerdote: ¿Venís del obispo? ¿Estáis unido al obispo? ¿Trabajáis con él? ¿Si? Entonces es un legítimo pastor, él posee la fe de la Iglesia, él posee la gracia de Jesucristo.
Pero un falso pastor también puede hacerse pasar por legítimo. ¿Cómo reconocer, en este caso, la verdad de su misión? ¡Ah! Y ¿cómo un niño reconoce a su madre en medio de otras madres? ¿Cómo la dis- tingue en medio de las tinieblas y de la confusión? Un hijo no se en- gaña jamás: reconoce a su madre por su voz, por su corazón. El falso pastor no posee la voz de la Iglesia; no posee la caridad, la santidad; predica en su propio nombre, no trabaja más que para sí mismo y, ordinariamente, es orgulloso e impuro. Con estos detalles siempre se reconocerá a un intruso, a un cismático, a un rebelde. Es el lobo en el aprisco: hay que ahuyentarlo.
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