Toda vez que nuestra obediencia no es servil, sino filial, no discutamos las órdenes del Papa, no busquemos pretextos falaces para no obedecerlas, como el suponer que no se halla suficientemente informado de la realidad de las cosas y que, en estos asuntos, está rodeado de consejeros poco expertos. Esta resistencia sorda es contraria al principio cristiano de la obediencia, le quita todo mérito y todo valor.
Es preciso que nuestra obediencia sea generosa, placentera y completa. "El Papa ha hablado, la causa está fallada." Roma locuta est, causa finita est. He ahí lo que constituye las victorias del hombre obediente, como dicen nuestros santos libros, vir obediens loquetur victorias por- que triunfa de su egoísmo y de su orgullo. Es la obediencia de un fiel hijo del Padre que, por sus actos, se honra de ser el servidor de los servidores de Dios, servus servorum Dei.
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