VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

S.S. SAN SIXTO III Y S.S. LEÓN I EL MAGNO, PAPAS Nº 45 Y 46

SAN SIXTO III (432-440)

Romano, fue sacerdote en el pontificado de Zósimo durante la lucha contra los pelagianos.

De bondadoso carácter, severo contra el error pero inclinado a la indulgencia con los equivocados, habría sido inducido al error por los pelagianos de no haberlo avisado a tiempo el diácono León, el futuro gran Papa. A él se debe el maravilloso mosaico de la basílica de Santa María la Mayor, con pasajes de la vida de la Virgen, protesta contra la herejía de Nestorio. 

Continuó la defensa del obispo de Tesalónica ordenando a los obispos honrarle como vicario apostólico. 

Fue sepultado en San Lorenzo, en la vía Tiburtina.


SAN LEON I, EL GRANDE (440-461)

Es la más bella figura del siglo v. Hijo de Quinciano, nació probablemente en Volterra. 

Siendo todavía acólito llevó a los obispos de África una carta del Papa Zósimo contra los pelegianos; bajo Celestino I era arcediano de Roma y durante el concilio de Efeso trabajó sin descanso para la condenación de Nestorio. 

En las Galias reconcilió a los dos generales griegos Dacio y Albino mientras los bárbaros amenazaban por todas partes el Imperio. Encontrábase allí cuando fue llamado por el pueblo romano a suceder a Sixto III. De vuelta a Roma asumió el pontificado en momentos muy difíciles; los bárbaros irrumpían por todas partes y él se presentó como el representante cristiano de la dignidad de la Roma imperial.

Se opuso con valor cristiano a los bárbaros que invadían Italia; detuvo a Atila en el Mincio y lo indujo a abandonar el país, y aunque no pudo impedir que los vándalos al mando de Genserico sitiaran a Roma, logró al menos una mitigación en el saqueo, que duró 14 días, remediando luego con los tesoros de la Iglesia los daños inferidos por la invasión. 

No fue menos enérgico con la herejía; condenó de nuevo el pelagianismo y a los maniqueos que persistían todavía en Roma. Pero su lucha más firme fue con los eutiquianos, que además de las dos naturalezas en Cristo admitían dos personas. 

Dirigió a Flaviano, patriarca de Constantinopla, una carta dogmática llamada Tomus en la que exponía la verdadera doctrina de la Iglesia en este punto. 

Al insistir Teodosio en convocar un concilio, se negó primero, más luego accedió y mandó allí a sus legados. El concilio, en vez de celebrarse en Constantinopla, como debía, se reunió en Efeso (449); mas la parte herética tomó la ventaja y poco después el concilio había degenerado en conciliábulo. Enterado León de lo ocurrido, por Hilario, legado que no sin esfuerzo había logrado huir, lo condenó solemnemente. 

Bajo el imperio de Marciano, sucesor de Teodosio, consintió en la celebración de otro concilio que se reunió primero en Nicea y luego en Calcedonia (451), donde Eutiques fue nuevamente condenado. Este concilio fue aprobado por León salvo en la parte en que mermaba los derechos de la Iglesia de Roma. 

Tuvo una controversia con Hilario, obispo de Arlés, que se había excedido en el ejercicio de su jurisdicción. 

Se interesó por las cosas de España, invadida entonces por los bárbaros, y escribió un segundo Tomus en defensa del concilio de Calcedonia. 

Promulgó decretos relativos a la liturgia y a la disciplina eclesiástica; abolió la confesión pública y condenó la usura. 

Fue sepultado en el atrio de San Pedro.

Quedan de León I numerosas obras importantes y un relevante número de epístolas, entre ellas una al arzobispo de Zaragoza sobre la herejía priscilianista y otra a Toribio de Astorga, en las que se admira la nobleza de la expresión unida a la claridad y energía del pensamiento. 

Se le cuenta entre los doctores de la Iglesia.

Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945


***