VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

CUYO PODER ES UNIVERSAL Y ABSOLUTO NO SÓLO PARA CONFERIR EL ORDEN A TODOS QUE LE PARECIEREN IDÓNEOS ENTRE LOS FIELES


Raimundo de Sabunde
Barcelona, c. 1385 – Toulouse 1436
Filósofo, maestro en Artes, en Medicina y en Teología, escritor, catedrático, eclesiástico
AÑO 1430
"DIALOGOS DE LA NATURALEZA DEL HOMBRE DE SU PRINCIPIO Y SU FIN"
 por Raimundo Sabunde traducidos y anotados por F. Antonio Ares. En Madrid, por Juan de la Cuesta, año 1616, pág. 605.
ESTE señor lo es absolutamente de todos los Sacramentos y es el Sacerdote Sumo. Pero porque convino que él se subiese al Cielo y no había de hacer inmediatamente este oficio de administrar Sacramentos en la tierra, dejó (como te dije) constituídos ministros idóneos de ellos y conságralos en Obispos para que éstos ordenasen a los demás, y en su lugarteniente puso a San Pedro; y todos sus sucesores elegidos recta y jurídicamente tienen la misma potestad que él tuvo y la reciben del mismo Cristo inmediatamente, y así, tiene excelencia, dignidad, superioridad y mando, no sólo sobre todos los cristianos, sino sobre todos los Eclesiásticos, Sacerdotes y Obispos, Arzobispos, Patriarcas y los demás Prelados de la Iglesia, cuya cabeza invisible es Cristo la visible y ministerial el Papa y Pontífice Romano, el cual no sólo no está sujeto a otro hombre alguno, sino que su potestad y dominio en la tierra es la misma que Cristo tuviera si estuviera en ella, y hubiera de vivir visiblemente entre nosotros; y así como Jesucristo no tuviera en tal caso en la tierra juez, o superior alguno, así el Pontífice Sumo no le tiene, y en él nos juntamos todos los fieles cristianos, como miembros de este cuerpo místico, gozando en esto el Papa del mismo privilegio que como Vicario inmediato a Cristo gozó San Pedro; y con la misma autoridad que pudiera en cuanto Papa sentarse en la Silla que puso en Roma este Apóstol, se sienta hoy el presente Pontífice, cuyo poder es universal y absoluto en todo el mundo, no sólo para conferir el Sacramento de la orden a todos que le parecieren idóneos entre los fieles, ni sólo para perdonar pecados, sino también para delegar su potestad en otros que puedan en nombre de Jesucristo hacer esto mismo, como de hecho. la delega en los Obispos y otros Eclesiásticos. 

Y puede también el Papa conocer y juzgar las causas que los fieles llevaren a su Tribunal, en especial las que tocan al foro interior y espiritual o tal que tenga alguna cosa aneja a las de la religión y de las suyas propias nadie puede conocer ni ser juez suyo en la tierra, como te digo, sino el mismo Jesucristo, a quien está inmediato. 

Puede poner leyes y derogar las puestas por sus antecesores o dispensar en ellas, así en común como en particular, según que le pareciere convenir a la República Cristiana, teniendo, como siempre ha tenido, respeto en semejantes mutaciones a las causas que de presente se ofrecen y a la oportunidad de los tiempos, lugares y gentes, según lo cual unas veces conviene uno y otras otro. 

Tiene poder de introducir en la Iglesia a los dignos y excluir a los indignos y declarar a unos por herejes o descomulgados, según los casos en que han incurrido y según las informaciones de sus vidas, y según lo mismo, canonizar los Santos, declarando que están ya sus almas gozando de Dios. 

Puede dar Oficios Eclesiásticos a unos y quitarlos a otros, según sus merecimientos, y disponer a su voluntad de las rentas eclesiásticas y limosnas de los fieles y hacer dueño a quien quisiere de los bienes temporales que no le tienen.

Y su poder, finalmente, es tal y tan grande, que se extiende no sólo por toda la redondez de la tierra, sino hasta el centro de ella, donde están las almas de los fieles difuntos padeciendo en el Purgatorio y hasta el Cielo Empireo, donde están los Santos, pasando los que están en este tan ínfimo lugar a aquel tan alto, lo cual hace aplicando a aquellas almas la virtud de la Pasión de Cristo y distribuyendo en ellas, así como en los fieles que viven en caridad y unión de la Santa Madre Iglesia, los tesoros espirituales de ella, que son infinitos y de infinito valor. 

Porque se componen de los merecimientos superabundantes de Cristo Nuestro Señor, de los de la Virgen María, su Madre y Señora Nuestra, y de los de todos los Santos, con los cuales, así aplicados y como sacados por este universal dispensador de este Archivo Espiritual, sirven a los fieles para perdón de sus culpas y satisfacción de las penas que por ellas merecían padecer, y esto es lo que comúnmente se llama indulgencias, las cuales sólo puede conceder este universal Pastor y los Obispos u otras personas a quien en cuanto a esto él tiene dada licencia, aunque muy limitada. 

Así que el del Papa es poder absoluto, porque tiene, como hemos dicho, todo el que hubiera Jesucristo de jurisdicción si estuviera en el mundo, por estar como está en su lugar. 

De ahí colijo yo que tampoco puede haber en el mundo ni en la Iglesia otro Pastor o cabeza que tenga igual poder como el del Sumo Pontífice Romano, pues todos están sujetos o deben estarlo a quien Cristo tiene puesto en su lugar, y supuesto que este señor tiene propio y absoluto dominio de todo lo espiritual y temporal, si ése le ha dado a los sucesores de San Pedro como a Vicarios suyos en la tierra, cualquiera otra potestad que no fuere ordenada por el Papa o con subordinación a él, será tiránica y sin autoridad, indigna de ser obedecida y en especial en las cosas espirituales y que pertenecen a la Religión. 

Acerca de lo cual todo lo que este Santo Pontífice no aprobare se ha de tener por sospechoso o por malo absolutamente, y tal que no puede ayudar a los hombres a la consecución de su verdadero bien y Reino celestial, que es el que nos ganó Jesucristo y cuyas puertas nos abre desde acá con el poder que tiene este su Vicario. 

Y así cualquiera que estuviese apartado de su obediencia será imposible que se salvase por estarlo por la misma razón de la de Cristo, el cual en todas sus obras procedió y procede según la mejor razón, y cosas desordenadas jamás las aprobó, y fuera barbarie y grande monstruosidad que en este su cuerpo místico hubiera dos cabezas o más, si la una no estuviera subordinada y se rigiera por la más principal; porque las que hay en la Iglesia de diversos Obispos son como cabeza de dedos, y como la principal del cuerpo, el Papa y Pontífice Romano. 

Y así, para este efecto de que al Obispo de Roma estuviesen sujetos los demás, puso así su Silla trono Pontifical y cátedra de verdad y Católica Doctrina el mismo San Pedro, pasándola desde Antioquía a aquella ciudad imperial, luego que se halló con autoridad para poderlo hacer, porque era entonces Roma la cabeza y metrópoli del Universo.

 

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