S.S. San Pío X
Carta Apostólica Notre Charge Apostolique
Pero más extrañas aún, alarmantes y entristecedoras a la vez, son la audacia y la frivolidad de los hombres que se llaman católicos y sueñan con reformar la sociedad en esas condiciones y establecer en la tierra, más allá de los límites de la Iglesia católica, “el reino del amor y de la justicia” con trabajadores venidos de todas partes, de todas las religiones y de ninguna, con o sin creencias, siempre que renuncien a lo que podría dividirlos –sus convicciones religiosas y filosóficas- y siempre que compartan lo que los une –un “idealismo generoso y fuerzas morales sacadas de donde puedan”. Cuando consideramos las fuerzas, los conocimientos y las virtudes sobrenaturales que son necesarias para establecer la ciudad cristiana, y los sufrimientos de millones de mártires, y la luz dada por los Padres y Doctores de la Iglesia, y el autosacrificio de todos los héroes de la caridad, y una jerarquía poderosa ordenada en el cielo, y las corrientes de la gracia divina -todo ello construido, unido e impregnado por la vida y el espíritu de Jesucristo, la Sabiduría de Dios, el Verbo hecho hombre- cuando pensamos, digo, en todo esto, es aterrador ver a nuevos apóstoles tratando ansiosamente de hacerlo mejor mediante un intercambio común de idealismo vago y virtudes cívicas. ¿Qué van a producir? ¿ Qué saldrá de esta colaboración? Una mera construcción verbal y quimérica en la que veremos brillar, en un revoltijo y en una confusión seductora, las palabras Libertad, Justicia, Fraternidad, Amor, Igualdad y júbilo humano, todas ellas apoyadas en una dignidad humana mal entendida. Será una agitación tumultuosa, estéril para el fin propuesto, pero que beneficiará a los explotadores menos utópicos del pueblo. Sí, podemos decir con verdad que el Sillon, con los ojos puestos en una quimera, trae consigo el socialismo.
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