S.S. Pío XII
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Jaime Balmes y Urpiá
Desde los mismos orígenes de la Iglesia, tuvo la doctrina católica acérrimos enemigos, los cuales, haciendo burla de los dogmas e instituciones cristianas, quisieron atacarla fuertemente y ponerla en peligro. Mas nunca faltaban para luchar contra estas muestras del error y de la iniquidad varones sabios, que conocemos con el nombre de apologistas, los cuales, tomando por guía la fe, sacaron aún de la Filosofía humana argumentos para defender con fidelidad el tesoro de la revelación divina.
Entre éstos se ganó un lugar distinguido en la edad contemporánea en España, el preclaro varón, natural de esa ciudad de Vich, Jaime Balmes, presbítero, el cual, brillando por su sólida piedad y virtudes sacerdotales, devotísimo de la autoridad de la Iglesia y del Vicario de Cristo, e intrépido debelador contra los perniciosos impugnadores, consagrando por entero el apostolado de su vida ejemplar, con el fin de ganarlos para Cristo, a los hombres eruditos, pero alejados de la verdadera religión, difundía con abundancia de argumentos y con intrepidez, ya de viva voz, ya en famosos escritos, con llana disposición de verdades, antes profundamente pensadas, sin acrimonia ni flojedad, llenas de suave caridad, las enseñanzas de la Iglesia, sus preceptos y sus derechos.
Muy oportunamente, pues, al cumplirse no ha mucho el año centenario de la muerte de tan insigne varón, se acordó reunir en esa ciudad varones doctos, venidos de todas las naciones con el fin de estudiar en forma acomodada y conveniente, confrontados los pareceres de muchos, la ciencia apologética acomodada a estos tiempos.
Y no son, por cierto, de poca monta los temas doctrinales que serán propuestos en el Congreso que ha de tener lugar a últimos de este mes, entre los cuales figurará el de la unidad del linaje humano y el de la dignidad de la persona humana, sea cualquiera linaje o raza a que pertenezca; el de los derechos de la Iglesia y sus relaciones con las naciones en particular; el de los problemas pertenecientes a la justicia social y que se deben aclarar y resolver conforme a las prescripciones y documentos emanados de la autoridad de la Iglesia; el de la fraternal unión y provechosa armonía entre todas las naciones; temas todos selectos y que, como se ve, contribuyen en gran manera no sólo para la defensa de la integridad y unidad de la Iglesia, sino aun a la prosperidad de la sociedad civil.
A tales reuniones, como con agrado hemos sabido, gran honor y autoridad habrá de dar con su asistencia y con su doctrina nuestro amado hijo el Cardenal Federico Tedeschini. Por todo lo cual, Nos, en primer lugar, loamos como se merecen los proyectos referentes al Congreso balmesiano y los recomendamos plenamente con nuestra autoridad y nuestros mejores votos y augurios.
Hoy, ciertamente, cuando tan expeditos y tan rápidos se han hecho los recursos y medios para divulgar cualquier doctrina, sea buena o sea mala, ordénese al bien o sirva para la ruina de los pueblos, los hijos de la Luz deben ser más prudentes que los hijos de este siglo, poniendo al alcance, aclarados lo más perfectamente posible, los dictados de la verdad católica, con el mayor cuidado y solicitud, pues en el caso de los cristianos, siempre la verdad, como en tiempos del apologista Cartuliano, «sabe que es peregrino en la tierra, que se encuentra entre extraños, que fácilmente le son enemigos, que, por lo demás, su abolengo, su tono, su gracia y su dignidad están en los cielos. Un solo anhelo tiene entretanto: el que no se le condene sin ser conocida». (Apología I, 1.)
Así es como ésta consolidará, y mensajera de las luces del cielo y testigo de nuestra especial caridad, vaya la Bendición Apostólica, que con todo afecto del Señor damos a ti, Venerable Hermano, al clero y al pueblo confiado a tu gobierno, como también a todos los que han de tomar parte en el próximo Congreso.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 8 del mes de mayo del año 1949,
duodécimo de nuestro pontificado.
Pío Papa XII.
Carta al Exemo. Dr. D. Juan Perelló y Pou, Obispo de Vich,
con motivo del centenario de Balmes
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