Hijo de Faustino, noble y senador romano, San Clemente fue elegido para gobernar la Iglesia después del martirio de San Cleto.
Instituyó los notarios o escribanos, que debían cuidar de que fuesen anotados escrupulosamente los hechos de los mártires y cuanto ellos decían ante sus jueces y los emperadores.
Durante el pontificado de San Clemente se produjo el cisma de Corinto, en cuya ciudad los cristianos se negaron a obedecer a la autoridad del obispo, y pretendieron elegir ellos mismos a los sacerdotes.
Entonces el Pontífice envió a los corintos una epístola, que es considerada como un importante monumento de la antigüedad cristiana, y que bastó para terminar el cisma.
Iniciada por el emperador Trajano la tercera persecución, San Clemente, al cual quisieron tratar con ciertos miramientos porque pertenecía a una familia patricia, fue invitado con promesas y amenazas a abandonar su sede, pero fue en vano.
Lo condenaron entonces al destierro y a trabajar en las minas del Quersoneso Táurico (Crimea), adonde solían deportar a los malhechores.
Cuenta la tradición que el Pontífice romano encontró allí a dos mil cristianos desterrados, a los que socorrió moralmente como ministro y jefe de su religión, y materialmente con el hallazgo milagroso de un limpido y perenne manantial en una región donde la falta de agua era causa de grandes sufrimientos.
Este hecho y la constante predicación permitieron a San Clemente convertir al Cristianismo a muchos de los desterrados paganos, hasta que llegó de Roma la orden de que cesara esta propaganda, y el Pontífice fue cogido y arrojado al mar con un áncora atada al cuello.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945