¿Estamos obligados a seguir la conciencia recta
por precepto natural?
Suma moral
Tomo 1
Bernardo Pacheco
1766
https://www.google.es/books/edition/Suma_moral_escrita_en_breve_compendio/dhFOgA6rBg0C?hl=es&gbpv=1
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¿Estamos obligados a seguir la conciencia recta
por precepto natural?
Suma moral
Tomo 1
Bernardo Pacheco
1766
https://www.google.es/books/edition/Suma_moral_escrita_en_breve_compendio/dhFOgA6rBg0C?hl=es&gbpv=1
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Guido Fulcodi nació en San Gilles, a orillas del Ródano. Fue jurista eminente y secretario de San Luis IX; contrajo matrimonio y fué padre de familia. Al quedarse viudo, recibió las órdenes y fué nombrado obispo del Puy, y luego arzobispo de Narbona y cardenal. Fué enviado en misión por Urbano IV, y durante su ausencia fué elegido papa después de una vacante de cinco meses. A su regresó a Italia, disfrazado de fraile por temor a las emboscadas del rey Manfredo, tomó el nombre de Clemente IV.
Fue su primer pensamiento para los asuntos de Sicilia, que eran los que más de cerca afectaban a la Iglesia. Con la bula del 25 de febrero de 1265 confirmó a Carlos de Anjou el reino de Sicilia, pero con ciertas condiciones de libertad para la Iglesia, que en la misma bula expresa prolijamente. Entonces Carlos partió de Marsella, y acogido por los cardenales, legados del papa que residía en Perusa, entró solemnemente en Roma, donde fué coronado rey de Sicilia. Un mes después derrotaba a Manfredo en Benevento y se manchaba con el cruel asesinato de Conradino; muerte que fué censurada y juzgada severamente por el papa Clemente IV, que en vano exhortará a Carlos a la moderación y a la justicia.
Clemente murió en Viterbo, el 20 de noviembre de 1268.
Fue un pontífice insigne por sus estudios y devoción, "austero consigo mismo, no con los demás", como dice su epitafio; sostuvo con firmeza los intereses de la Iglesia; pero las tristes condiciones en que se hallaba Italia, martirizada por las facciones en lucha, hicieron del suyo un pontificado lleno de amarguras.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
14
Lucio Cecilio Firmiano Lactancio
INSTITUCIONES DIVINAS
LIBRO IV CAPÍTULO 28
Diferencia entre religión y superstición
Está claro que el hombre no tiene otra esperanza de vida que, tras abandonar las vanidades y el mísero error, conocer y servir a Dios; que renunciar a esta vida temporal y dedicarse, a partir del instrumento del bien, a la práctica de la verdadera religión.
Nacemos, en efecto, con esta condición: para ofrecer al Dios que nos ha engendrado el justo y debido culto, para conocerle a él solo y seguirle.
Con este vínculo de piedad estamos atados y ligados a Dios: de ahí el término «religión», que no toma su significado, como interpreta Cicerón, de relegere («escoger»), según dijo en el libro segundo del Sobre la naturaleza de los dioses con estas palabras: «No sólo los filósofos, sino también nuestros antepasados separaron la superstición de la religión. Efectivamente, aquellos que suplicaban e inmolaban todos los días para que sus hijos pervivieran (fueran superstites) fueron llamados supersticiosos mientras que aquellos que seleccionaban y, por así decir, escogían todo lo que se refería al culto de los dioses, fueron llamados, a partir de relegere (escoger), religiosos, de la misma forma que llamamos elegantes a los que eligen, diligentes a los que actúan con diligencia, e inteligentes a los que entienden. En todos estos términos subyace el mismo significado de «coger» que subyace en el de «religión». De esta forma sucede que en el caso del supersticioso recurrimos a un término negativo y en el del religioso a uno de significado positivo». La propia realidad nos permite conocer hasta qué punto esta interpretación es absurda; efectivamente, si tanto la superstición como la religión consiste en adorar a los mismos dioses, la diferencia entre una y otra es muy pequeña o nula. Pues ¿qué causa se me va a dar a mí que explique que pedir por la salud de los hijos una sola vez es propio de un hombre religioso, mientras que pedir eso mismo diez veces es propio de un supersticioso? Si hacerlo una vez es cosa muy buena, ¿cuánto más lo será hacerlo muchas veces? Si es bueno hacerlo a primera hora del día, también lo será hacerlo durante todo el día; y si una ofrenda puede aplacar, mucho más aplacarán muchas ofrendas, ya que la multiplicación de regalos merece más que ofende. A mí, en efecto, no me parecen odiosos, sino más bien apreciables, aquellos siervos que asidua y frecuentemente hacen obsequios. ¿Por qué entonces va a ser culpable y va a recibir una designación rechazable aquel que ama más a sus hijos o que honra más a los dioses, mientras que va a ser alabado aquel que los quiere y honra menos?
Y este argumento también vale dándole la vuelta: si hacer preces y sacrificios todos los días es vicioso, también lo será hacerlo una vez; si desear constantemente que sobrevivan los hijos es vicioso, también será supersticioso aquel que lo desea raras veces. O ¿es que el término para el vicio se ha sacado de aquello que es lo más honesto y más deseable? Efectivamente, en lo que se refiere a eso 0 que dice de que «se llaman religiosos, de relegere, aquellos que seleccionan diligentemente todo lo relativo al culto de los dioses», ¿por qué entonces aquellos que practican eso muchas veces al día van a perder el nombre de religiosos, si con la propia repetición de los actos eligen ciertamente con mucha más diligencia las formas con que se honra a los dioses?
¿Qué decir, pues? Sin duda que la religión alude a un culto verdadero y la superstición a un culto falso.
Y en términos absolutos, que lo que interesa es qué adoras y no cómo o con qué preces. Lo que pasa es que, como los adoradores de los dioses se consideran a sí mismos religiosos, cuando en realidad son supersticiosos, no pueden diferenciar la religión de la superstición, ni comprender el significado de las palabras. Dijimos que el término religión significa atadura de piedad, ya que Dios ata al hombre a sí mismo y le ata con la piedad, ya que debemos servirle como señor y complacerle como padre. Por ello, pues, interpretó mejor el significado de este término Lucrecio, cuan do dijo que él «desataba los nudos de la religión» Y son llamados supersticiosos, no aquellos que desean que sus hijos sobrevivan (sean superstites) -cosa que todos deseamos-, sino aquellos que adoran el recuerdo supérstite de los muertos o que adoran en casa, en honor de sus antepasados, las imágenes supérstites de aquéllos como a dioses penates. Efectivamente, a aquellos que adoptaban nuevos ritos para adorar como a dioses a hombres muertos, de los cuales pensaban que habían sido recibidos en el cielo, los llamaban supersticiosos, mientras que a aquellos que adoraban a los dioses públicos y antiguos los lla maban religiosos. De ahí lo de Virgilio: «Superstición vana y desconocedora de los dioses antiguos» .
Ahora bien, como ya hemos descubierto que también los dioses antiguos fueron igualmente divinizados tras su muerte, hay que concluir que son también supersticiosos quienes adoran a muchos y falsos dioses, y que nosotros, que rogamos al único y verdadero Dios, somos religiosos.
Quizás alguien se pregunte cómo es posible que, tras decir que nosotros adoramos a un solo Dios, afirmemos, sin embargo, que hay dos: Dios padre y Dios hijo. Esta afirmación hace caer en un gran error a muchos que, si bien consideran que todo lo demás que decimos es probable, piensan que sólo en esto nos hemos equivocado, ya que hablamos de otro Dios, incluso mortal.
Sobre su mortalidad ya hemos hablado. Hablemos ahora de su unidad. Cuando decimos «Dios padre» y «Dios hijo», no nos referimos a dioses distintos, ni separamos el uno del otro, ya que ni el padre puede ser separado del hijo, ni el hijo del padre, por cuanto ni el padre puede ser llamado padre sin el hijo, ni el hijo puede ser engendrado sin el padre. Así pues, si el padre hace al hijo y el hijo al padre, ambos tienen una sola mente, un solo espíritu, una sola substancia: lo que pasa es que aquél es como una fuente exuberante y éste como un río que sale de ella; aquél, como el sol, y éste como un rayo que sale del sol. Y éste, como es fiel y querido del sumo padre, no se separa de él, como no se separa el arroyo de la fuente, ni el rayo del sol, ya que el agua de la fuente está en el arroyo y la luz del sol en el rayo; de igual forma, tampoco se puede separar la voz de la boca, ni la fuerza o la mano del cuerpo. Así pues, cuando los profetas llaman a Cristo mano, fuerza o palabra de Dios, no hay ninguna diferencia, ya que tanto la lengua, oficiante de la palabra, como la mano, portadora de la fuerza, son partes inseparables del cuerpo...(sigue)
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
Dentro de las tan variadas sectas autocefálicas
de la anomia thucista/lefebvrista, se esconden una multiplicidad de intereses
sombríos —y absolutamente ajenos a aquellos que imperan en la Esposa del Cordero
Inmaculado— con el velo o apariencia superficial de «catolicidad» y de «piedad»
con el cual seducen a sus cautivos. Entre estos intereses se desatacan, además
del elemento herético/cismático de la muy negra y acatólica «desobediencia
justificada» contra el Divino Fundamento del Romano Pontífice, la connotación masónica/ocultista de sus
pseudo pastores, sobre todo de su alto «clero». Dicha connotación, se
caracteriza por el proceder y el esquema
estructural idéntico que identifica a las sociedades secretas, a saber: juramento
de observancia incondicionada; miembros juramentados que de no guardar el mismo
se ven sometidos a un bagaje de penalidades extremas obligándoles lealtad; el
secreto absoluto de sus reuniones regulares y extraordinarias, así como el
catálogo de asuntos tratados en ellas; el ocultamiento de los miembros de su
organización y la conexión natural y obvia entre ellos; la negación abierta y
pública de la existencia de la sociedad secreta; el total desconocimiento de
sus máximos jerarcas, y un largo etcétera que vincula fortísimamente a estas
sociedades secretas que están detrás de las sectas thucistas/lefebvristas,
donde reina la anomia y la autocefalía.
Es tiempo de remitirse un poco al
comportamiento y las afiliaciones sectarias/ocultistas tanto de Roncalli,
Montini, Lefebvre y Thuc, quienes fundaron por un lado la pestilencia
luciferina de la Ramera Conciliar del Vaticano II, así como el lefebvrismo y el
thucismo hoy entrelazadas por estos vínculos que ellas mismas mantienen adrede encubiertos,
sin dejar de mencionar las combinaciones de las sectas en donde se aprecian ex
miembros del lefebvrismo devenidos al thucismo, siendo la máxima expresión de
la anomia todas estas, cabiéndoles muy oportuna y correctamente el mote de
franquicias de la Ramera Conciliar, emprendiendo el cumplimiento del Mysterium Iniquitatis
profetizado para este tiempo final.
Se especula que Roncalli estuvo al frente
durante su anti-pontificado del Priorato de Sión, una sociedad secreta
autodenominada como «católica», siendo en realidad una especie de secta que
intentaba amalgamar impíamente la fe católica con el israelismo británico asentado
en el gnosticismo. Esta organización de «alto nivel» afirmó dentro de sus filas
se encontraban «tradicionalistas», adeptos del Novus Ordo, y el mismísimo
Marcel Lefebvre, a quien personalmente se le acusó de dicha afiliación, SIN NEGARLA JAMÁS. La constitución de
este tipo de sociedades siempre tuvo por objeto lograr la conformación de una RESISTENCIA «CATÓLICA» CONTROLADA
frente a las tantas consecuencias de la usurpación de la Romana Sede en 1958 y
la Gran Apostasía Final del conciliábulo del Vaticano II, manteniendo a raya dentro
de tan aterrador engaño a la porción de los fieles que iban a sublevarse frente
a semejante perversidad, manteniendo supervisado a este sector con el
movimiento «tradicionalista» en sus tantas facetas, ofreciendo a los fieles un
bien aparente que gira en torno a todo aquello que descartó la apostasía conciliar,
pero que en el fondo es el más negro sacrilegio del cisma sustentado por laicos
disfrazados que hacen las veces de clérigos sostenidos a su vez por un culto
ilícito, que prefieren hasta el día de
hoy por sobre guardar la integridad de la Fe Católica y Divina.
Por parte del destructor universal de Montini, además
de acarrear y heredar un legado familiar de posible afiliación a sociedades secretas, para luego volcar, aprobar y mandar a observar todos los principios
masónicos que hoy sustentan a la estructura de la Ramera. De Thuc, basta con
mencionar que su desequilibrado comportamiento (intentando consagrar rosa
cruces, homosexuales, veterocatólicos, etc.); su marcado ultra modernismo al
invitar a que paganos y herejes de cuanto credo exista participen del
conciliábulo; su defensa a la causa de la implementación de sacerdotisas al
clero; y su claro desprecio y usurpación de la jurisdicción y facultades
papales, son suficientes para formar convicción de que sus postulados están hermanados
a lo que se enseña en estas sociedades secretas.
Retomando a lo acontecido más aquí en nuestros
días, se destaparon una serie de acusaciones que giran en torno a hechos
escandalosos dirigidos a la anómica, jansenista y ocultista «Sociedad
Sacerdotal Trento» efectuadas por uno de sus ex miembros, el pseudo sacerdote
Hernán Vergara, quien estuvo por VARIAS DÉCADAS AFILIADO A TAL SOCIEDAD para
recién ahora darse con que este movimiento es marcadamente masónico y
anticristiano, cuestión que refleja la paupérrima y acatólica formación del
pseudo seminario mexicano. Mientras este falso sotanado usurpador hace creer a
los incautos que no forma parte de la resistencia controlada anómico/cismática,
sus ex jerarcas, los falsos obispos Dávila Gándara y Pivarunas —el mismo que
fue formado desde temprana edad en el seminario veterocatólico de
Schuckardt— GUARDAN PLENO SILENCIO sobre el catálogo de acusaciones que
se les imputa a sus sectas interconectadas que comandan. Sorprende, a su vez,
las variadas y múltiples acusaciones que día a día se amontonan en su contra, y
van desde su esquema masónico, pasando por supuestos abusos sexuales contra niños, hasta supuestos maltratos físicos y psicológicos a fieles y pseudo clérigos y/o «seminaristas»,
denuncias frente a las cuales sus miembros jerarquizados recurren a la amenaza
de «excomunión» (facultad que no disponen y es usurpada) para con sus
acusadores, imputándoles la culpabilidad de agredir y contribuir con la
destrucción de su secta que ellos le llaman «iglesia», recurriendo a sus
órdenes nulliter para acallar las conciencias de los familiares de sus
víctimas, hasta el punto de convenir acuerdos dinerarios. Todo lo antedicho
es MONEDA CORRIENTE TAMBIEN EN LA RAMERA CONCILIAR Y EN TODO TIPO DE
SECTAS INCLUYENDO LA LEFEBVRISTA, y quien diga lo contrario, es
por su crasa ignorancia en el asunto.
Es momento de recordar el deber de todo
católico de repeler vigorosamente los ataques de estas sinagogas de satanás
exhibiendo las NUMEROSAS CONDENAS que recaen en cabeza de quienes se adhieren y
sustentan de diversos modos este tipo de organizaciones secretas, decretadas
por los Romanos Pontífices canónicamente electos —por lo menos— desde tiempos
de Su Santidad Clemente XII y tan reiteradas en adelante a perpetuidad, quienes
golpearon con condena y exterminaron con espada tan nefasto y pútrido
movimiento, que no solo recae en la masonería, sino en TODO TIPO DE
ORGANIZACIÓN QUE SE ASEMEJE POR EL NOMBRE QUE SE LLAMEN, como el caso de las
estructuras detrás del thucismo y el lefebvrismo. Sociedades donde se respira
iniquidad, se conspira, predica y pondera la sedición y el desprecio por la
Suprema, Plena y Divina Autoridad del Romano Pontífice, que intentan apropiarse
de los Derechos de la Santa Sede arrogándoselos a ellos mismos; de cuyo funesto
esquema y accionar clandestino devienen en males amargos que afligen a sus
incautos, del cual Cristo Señor Nuestro predijo de lobos con piel de oveja que
se hacen pasar por auténticos pastores, cuando son simplemente un manojo de
laicos disfrazados en cuyas cabezas recae la indignación de Dios Todo Poderoso
y de sus bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo; que con sus artificios
cismáticos pretenden derribar la Doctrina Divinamente revelada que les anatema,
para transformar la Comunidad Cristiana en discordia fatal contra el
Magisterio, mostrándose con impunidad frente a quienes salen horrorizados y
necesitados de respuestas de la apostasía de la Ramera Conciliar; que exigen a
sus jerarcas el observar un juramento estricto donde se promete NO REVELAR NADA
y severos castigos para quienes lo violen; organizaciones impías y criminales
que huyen del día y de la luz, porque quien hace el mal, como señala el
Apóstol, ODIA LA LUZ; mientras que en las la Esposa del Cordero a los fieles
NADA SE LES ESCONDE EN LO SECRETO, dado que a ojos de todos están la
Disciplina, es decir, LAS REGLAS QUE CLARAMENTE NOS GOBIERNAN; velando estos
intrusos secretistas por la imposición de un NUEVO ORDEN DE LAS COSAS donde todo impera menos la Suprema
Autoridad del Romano Pontífice cuando no les convenga; intrusos que aparentan
buenas intenciones rente a los incautos, cuando realmente están movidos por su
ambición miserable, quienes en vez de rescatarlos del error, más profundamente
le sumergen en él conduciéndolos a la perdición segura.
Finalmente, siendo la Fe Católica principio y fuente de los Bienes Supremos, SOBRE LA CUAL NADA PUEDE PREVALECER, destaco un punto terminante y trascendental tan pertinazmente ignorado por este tipo de sectas, que corresponde a la definición solemne del Concilio Vaticano en lo relativo a que al Romano Pontífice se le debe total obediencia tanto en materia de Doctrina (Fe y Costumbres) como de Disciplina, de la Constitución Dogmática Pastor Æternus. Que Nuestro Señor Jesucristo reprenda la furia de estos depravados pseudo clérigos cabezas de sectas, mientras que aquellos que se encuentran bajo su engaño, se conviertan con la ayuda de su Gracia, para romper de una vez por todas aquella dura barrera formada en razón de su DEBILIDAD DE ÁNIMO Y NO POR MALOS INSTINTOS, debilidad que les configura sentimientos a modo de recursos que forjan su falta de voluntad para no cumplir con la voluntad Divina, maquillando disimuladamente tal desacato en una «desobediencia justificada» que atenta abiertamente contra el dogma inalterable, y de una vez y para siempre conformen, como todo cristiano, su propia Voluntad a la de Dios Santísimo, con piadosa resignación, sirviéndole a la Sacrosanta Trinidad en las condiciones que Esta providencialmente nos impuso, y no en las que consideramos como buenas o justas. No os dejéis de ver y edificar a partir de la Verdadera Luz que yace en la Pluma Divina del Romano Pontífice, en su Doctrina y Disciplina, en su Magisterio y Sagrados Cánones, y dejad urgentísimamente de ser guiados por los ciegos y engañosos principios del naturalismo puro o sentido común, LOCA IMPIEDAD, recordándoles que el Santo Remedio para esta perversión que encarnan estas sociedades secretas está dispuesto con su Autoridad Suprema en las siguientes líneas, y es justamente aquello que sus miembros desprecian abiertamente, la Disciplina:
«Pero, para aquellos que desean salvarse, no hay término
medio: luchar sin cesar o perderse. Por lo tanto, vuestros esfuerzos deben
tender a despertar el coraje de las almas débiles y lánguidas, y a conservarlo
entre las almas fuertes, y así también, poniendo fin a todas las disensiones,
debéis procurar que, bajo vuestra guía y vuestros auspicios, todos se lancen
vigorosamente a la lucha con el mismo espíritu y la misma disciplina.»
—SU SANTIDAD LEÓN XIII, Inimica Vis, Encíclica/Epístola para excitar una viril resistencia contra la secta de los masones.
NOTA BENE: La gran mayoría de los párrafos sexto y séptimo
son extracciones literales tomadas del Magisterio Pontificio correspondientes a
Multiplices Inter Machinationes, Custodi di quella Fede e Inimica Vis.
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Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
El cardenal genovés. Sinibaldo Fieschi, de la familia de los condes de Lavagna, fue elegido papa en Anagni el 25 de junio de 1243, después de casi dos años de sede vacante.
Era considerado como uno de los mejores juristas de su tiempo.
Subió al pontificado, con el nombre de Inocencio IV, cuando más agudas eran las disensiones entre la Santa Sede y Federico II. Este le mandó una carta en la que quería congraciarse con él, e Inocencio respondió enviándole sus legados para estudiar un acuerdo. Pero como fuese que durante las negociaciones Federico no cesó en las hostilidades, fueron interrumpidas aquellas declarando el papa que anteponía los intereses de la Iglesia a la amistad del emperador; y no sintiéndose seguro en Roma, se trasladó, primero a Génova y después a Lyón, donde estuvo largo tiempo.
En Lyón reunió un concilio general (1245), en el que se trató de los abusos del clero, de la miserable condición del imperio latino de Oriente, de la violencia de los turcos y de las hostilidades de Federico II, que eran cada vez más graves.
A pesar de la defensa de Tadeo de Suessa, el emperador fué nuevamente excomulgado y depuesto, desligados sus súbditos del juramento de fidelidad e invitados los príncipes germanos a escoger un nuevo emperador, mientras el papa tomaría providencias para Sicilia. Trató el rey francés de poner paz entre el Pontífice y el emperador, pero el papa fué inflexible.
Se eligió emperador a Enrique de Raspe, y a su muerte, a Guillermo de Holanda, a pesar de los esfuerzos de Conrado, hijo de Federico, que se le opuso como rival; en consecuencia, estallaban por doquier motines y conjuraciones. En 1250 murió Federico, e Inocencio pudo volver a Italia (1251). Sin embargo, no cesaron las luchas; Conrado había llegado a Italia llamado por Manfredo y, ayudado por los venecianos, se adueñó de Apulia. Con una guerra afortunada, pudo en octubre de 1253, entrar triunfalmente en Nápoles; pero mientras Inocencio le lanzaba la excomunión desde Asís, fué sorprendido por la muerte en 1254. Entonces, Inocencio se proclamó protector de Conradino, hijo de Conrado, todavía adolescente, y se trasladó a Nápoles para ponerse de acuerdo con el tío y tutor del joven, Manfredo, que gobernaba en su nombre. Pero pronto se rompieron estas relaciones y, por el contrario, guerra fué declarada, derrotando Manfredo al ejército pontificio. Al saber la derrota, Inocencio, que se hallaba enfermo, murió en Nápoles el 7 de diciembre de 1254; fué sepultado en la iglesia de Santa Restituta y luego trasladado a la nueva Catedral.
Si las luchas que tuvo que sostener con el Imperio no le permitieron prodigar su solicitud a toda la cristiandad, no descuidó, sin embargo, las misiones en el Asia y África, y aprobó bastantes órdenes religiosas.
Escribió un libro sobre las Decretales.
https://pioxiivacantisapostolicaesedis.blogspot.com/2024/02/si-el-papa-prohibe-un-obispo-crismar.html
Favoreció una nueva Cruzada que dejó indiferentes a la mayor parte de los reyes: sólo San Luis de Francia respondió, pero su expedición tuvo un mal resultado.
Inocencio continuó con firmeza el ideal de Inocencio III y de Gregorio X: alejar a los suevos de Sicilia y de Italia entera.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945