"La Iglesia , pues, que es una y única, tiene un sólo cuerpo, una sola cabeza, no dos, como un monstruo, es decir, Cristo y el Vicario de Cristo, Pedro y su sucesor, puesto que dice el Señor al mismo Pedro: “Apacienta a mis ovejas” ( Jn 21,17), “Mis ovejas”, dijo: y de modo general, no estas o aquellas en particular: por lo que se entiende que se las encomendó todas. Si, pues, los griegos u otros dicen no haber sido encomendadas a Pedro y a sus sucesores, menester es que confiesen no ser de las ovejas de Cristo, puesto que dice el Señor en Juan que “hay un solo rebaño y un solo pastor” ( Jn 10,16).
Ahora bien, esta potestad, aunque se ha dado a un hombre y se ejerce por un hombre, no es humana, sino antes divina, por boca divina dada a Pedro, y a él y a sus sucesores confirmada en Aquél mismo a quien confesó, y por ello fue piedra, cuando dijo el Señor al mismo Pedro: “Cuanto ligares”etc..
(Mt 16,19). Quienquiera, pues a este poder así ordenado por Dios “resista, a la ordenación de Dios resiste” (Rom. 13,2), a no ser que, como Maniqueo, imagine que hay dos principios..."
S.S. Bonifacio VIII,
Bula unam sanctam del 18 de noviembre de 1.302