6 de agosto del Año del Señor
LA TRANSFIGURACIÓN
DE NUESTRO SEÑOR
Tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan
su hermano; y subiendo con ellos a un alto
monte, se transfiguró en su presencia.
(Mateo, 17, 1-2).
Jesús, habiendo subido al monte Tabor con tres de sus apóstoles, se transfiguró en su presencia. Su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestiduras blancas como la nieve. Entonces aparecieron a su lado Moisés y Elías y conversaban con Él. San Pedro, extasiado por el esplendor insólito de su Maestro, le dijo: "Señor, bueno es estarnos aquí; si os parece, formemos aquí tres pabellones, uno para Vos, otro para Moisés y otro para Elías". Todavía estaba hablando, cuando una nube resplandeciente vino a cubrirlos, y oyóse una voz que dijo: "Éste es mi Hijo muy amado, en quien he puesto todas mis complacencias: ¡escuchadle!"
ORACIÓN
Oh Dios, que, en la gloriosa Transfiguración de vuestro Hijo unigénito, habéis confirmado los misterios de la fe en el testimonio de vuestros profetas, y que, mediante una voz celestial surgida de una nube resplandeciente, habéis anunciado de admirable manera la perfecta adopción de vuestros hijos, concedednos la gracia de ser coherederos del Rey de la gloria, y participar un día de su reino. Por J. C. N. S. Amén.
MEDITACIÓN SOBRE LA TRANSFIGURACIÓN
DE JESUCRISTO
I. Jesús, para transfigurarse, se retira a la apartada montaña. ¿Quieres tú revestirte del hombre nuevo, que es Jesucristo? Huye de los estorbos y del tumulto del mundo. Además, recuerda que la obra de la conversión es una obra difícil; que hay que subir desde el fondo del abismo hasta las altas cumbres. Si quieres sanar de tus enfermedades y adquirir la verdadera sabiduría, has de cambiar totalmente de vida y has de hacerte un hombre nuevo. (Salviano).
II. Cuando los Apóstoles estuvieron en el Tabor, sus ojos fueron iluminados y vieron a Jesucristo radiante de gloria. Cuando hayas comenzado seriamente la obra de tu conversión, te asombrarás de la ceguera en que vivías antes. Te llenarás de gozo en medio de tus dolores, porque siempre tendrás ante tus ojos a Jesús crucificado y porque imitando su paciencia en la tierra, te será dada la esperanza de su gloria en el cielo.
III. Jesús manifiesta su gloria a sus discípulos e inmediatamente después les habla de sus sufrimientos, a fin de animarlos a soportar los oprobios de su Pasión. Aprendamos de este misterio a sufrir por Jesús, con la esperanza de participar en sus recompensas; si nos niega los consuelos terrenales, lo hace para procurarnos más abundantes en el cielo. No nos extrañemos de las aflicciones que nos sobrevengan: no es en este mundo, sino en el otro, donde Jesucristo nos ha preparado la felicidad. ¿Qué te ha prometido Cristo? Si Él te ha prometido la felicidad de aquí abajo, tienes derecho a murmurar porque no te la dé. (San Agustín).
*Muy cierto, mis amados hermanos y hermanas. El Salvador y Redentor del género humano no nos prometió alegría ni descanso en este mundo esclavo de Satanás y sus falsas pompas, sino que ya nos avisó de que Su reino no era de aquí abajo, sino de arriba, del Cielo. Por tanto, se engañan gravemente quienes se imaginen que Dios les debe algo en esta vida, pues en realidad somos nosotros los que se lo debemos todo al Señor, ya que si Él no hubiera tenido misericordia de nosotros y nos hubiera rescatado de la locura que tiene engullido al mundo entero, aún seguiríamos a los falsos ídolos que adoran los pobres paganos de hoy y de siempre, esto es, las pasiones vergonzosas, la avaricia, el orgullo y demás esclavitudes con las que Satanás tiene entretenidas a las almas para que no despierten jamás y sean perdidas eternamente. Para merecer ser transfigurados y revestidos del hombre nuevo de Jesucristo, es preciso que nos distingamos singularmente de quienes no conocen a Dios ni obran según las luces de la Fe, porque los pobres están extraviados y no saben lo que hacen (Lucas 23,34). Para ello, debemos separarnos en la medida de lo posible del comercio con los mundanos y neopaganos que nos rodean por todos lados, pues ellos caminan por el camino ancho y espacioso que lleva a la perdición eterna, aunque no tengan ni la más remota idea, y por mucho que nosotros se lo advirtamos y les roguemos que cambien de proceder, difícilmente nos van a escuchar y se enmendarán cuando ni siquiera tienen Fe. Lo único que podemos hacer por ellos es rezar a Dios por su conversión, para que Él les abra los ojos y puedan creer en Aquél que es el camino, la verdad y la vida. Acordémonos también de Moisés, Elías y el resto de los Santos Patriarcas del Antiguo Testamento, pues a ellos les debemos que nos hayan llegado las Sagradas Escrituras, y forman parte de la Iglesia Triunfante que canta las alabanzas de Dios Uno y Trino día y noche.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.
*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.
TRANSFIGURACIÓN DE NUESTRO SEÑOR
Tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano; y subiendo con ellos a un alto monte, se transfiguró en su presencia. (Mateo 17, 1-2)
+ En el monte Tabor, la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo.
+ En Roma, en la vía Apia y cementerio de Calixto, el triunfo de san Sixto II, Papa y Mártir, el cual, en la persecución de Valeriano, muerto con la espada, recibió la corona del martirio.
+ Igualmente en Roma, los santos Mártires Felicísimo y Agapito, Diáconos del mismo san Sixto; Jenaro, Magno, Vicente y Esteban, Subdiáconos. Todos ellos, juntamente con el mismo Pontífice, fueron degollados y sepultados en el cementerio de Pretextato.
Padeció también con ellos san Cuarto, según escribe san Cipriano.
+ En Bolonia, el tránsito de santo Domingo, Confesor, que fue Fundador de la Orden de Frailes Predicadores. Este varón, muy esclarecido en santidad y doctrina, conservó sin mancilla perpetua virginidad, y por la singular gracia de sus méritos resucitó tres muertos; y habiendo con su predicación reprimido las herejías e instruido a muchísimos para la vida religiosa y piadosa, descansó en paz. Su fiesta se celebra el día 4 de Agosto por una constitución del Papa Paulo IV.
+ En el monasterio de san Pedro de Cardeña, de la Orden de san Benito, cerca de Burgos, en España, el martirio de doscientos monjes con Esteban su Abad, que por la fe de Cristo fueron muertos a manos de los Sarracenos, y enterrados por los cristianos en aquel claustro.
+ En Alcalá de Henares en España, los santos Mártires Justo y Pastor, hermanos, los cuales, siendo aún niños y aprendiendo a leer, arrojadas en la escuela las cartillas, corrieron espontáneamente al martirio, y al punto mandados prender y azotar con varas por el Presidente Dáciano, exhortándose el uno al otro y animándose a permanecer constantes, fueron llevados a las afueras de la ciudad y degollados por el verdugo.
+ En Roma, San Hormisdas, Papa y Confesor.
+ En Amida de Mesopotamia, Santiago, Ermitaño, esclarecido en milagros.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.