R.P. Henri-Marie Boudon
Dios tiene un único Hijo natural, que es la inocencia misma, y que es impecable, y sin embargo no le ha eximido de la ley del sufrimiento. Un santo obispo, bien penetrado de esta verdad, habiendo conocido a un hombre que le dijo que siempre había estado en el honor y desahogado económicamente, disfrutando de una buena salud, en medio de la abundancia de bienes y de una familia rica en prosperidad: ¡Ay! -exclamó este prelado-, estos son grandes signos de la ira de Dios; huyamos rápidamente de una casa donde no parece haber ninguna cruz. Apenas se había ido cuando la ira de Dios cayó sobre este hombre y su familia, quienes quedaron abrumados bajo las ruinas de su casa.
Hay que decir también que las cruces no son sólo marcas de la predestinación, sino de una alta predestinación: esto se ve claramente en la persona de Nuestro Señor, de la Santísima Virgen y de los más grandes Santos, que habiendo sido elevados a una mayor santidad, fueron cargados con cruces más pesadas. Estas piedras vivas, con las que el Todopoderoso construye la Jerusalén celestial, están, como canta la Iglesia, pulidas por el golpe de las aflicciones. Ahora bien, en esta gran ciudad de la Jerusalén celestial, todos los predestinados tienen reservada cada uno una morada particular, que, según deba ser grande y elevada, requiere más o menos trabajo. El poco trabajo que se hace para empezar y terminar un edificio es una señal muy evidente de que no es mucho. Ánimo pues, alma mía que sufres: todos tus dolores sólo sirven para aumentar tu gloria. ¿Ves a todas esas personas uniéndose para haceros sufrir hacer sufrir ; a esos demonios que os atacan con rabia; esos hombres malos que os persiguen tan injustamente, esa gente buena que participa en ello pensando que hace el bien; esos amigos que os dejan, esos familiares que os repelen? Son todos ellos otros tantos obreros que trabajan para haceros coronas gloriosas en el Cielo. ¡Oh buenos obreros! ¡Qué amables son si los conocéis bien y los miráis con los ojos de la fe y no con los ojos de la carne! Oh! ¡Qué bienaventurados los que lloran! Permanezcamos en los sentimientos de un Dios, piensen lo que piensen las criaturas. ¡Oh alma mía, la feliz noticia! reinaremos, reinaremos con el gran Rey Jesús, si sufrimos con él.
FIN
(Sacado de Los santos caminos de la Cruz)
***