El cardenal genovés. Sinibaldo Fieschi, de la familia de los condes de Lavagna, fue elegido papa en Anagni el 25 de junio de 1243, después de casi dos años de sede vacante.
Era considerado como uno de los mejores juristas de su tiempo.
Subió al pontificado, con el nombre de Inocencio IV, cuando más agudas eran las disensiones entre la Santa Sede y Federico II. Este le mandó una carta en la que quería congraciarse con él, e Inocencio respondió enviándole sus legados para estudiar un acuerdo. Pero como fuese que durante las negociaciones Federico no cesó en las hostilidades, fueron interrumpidas aquellas declarando el papa que anteponía los intereses de la Iglesia a la amistad del emperador; y no sintiéndose seguro en Roma, se trasladó, primero a Génova y después a Lyón, donde estuvo largo tiempo.
En Lyón reunió un concilio general (1245), en el que se trató de los abusos del clero, de la miserable condición del imperio latino de Oriente, de la violencia de los turcos y de las hostilidades de Federico II, que eran cada vez más graves.
A pesar de la defensa de Tadeo de Suessa, el emperador fué nuevamente excomulgado y depuesto, desligados sus súbditos del juramento de fidelidad e invitados los príncipes germanos a escoger un nuevo emperador, mientras el papa tomaría providencias para Sicilia. Trató el rey francés de poner paz entre el Pontífice y el emperador, pero el papa fué inflexible.
Se eligió emperador a Enrique de Raspe, y a su muerte, a Guillermo de Holanda, a pesar de los esfuerzos de Conrado, hijo de Federico, que se le opuso como rival; en consecuencia, estallaban por doquier motines y conjuraciones. En 1250 murió Federico, e Inocencio pudo volver a Italia (1251). Sin embargo, no cesaron las luchas; Conrado había llegado a Italia llamado por Manfredo y, ayudado por los venecianos, se adueñó de Apulia. Con una guerra afortunada, pudo en octubre de 1253, entrar triunfalmente en Nápoles; pero mientras Inocencio le lanzaba la excomunión desde Asís, fué sorprendido por la muerte en 1254. Entonces, Inocencio se proclamó protector de Conradino, hijo de Conrado, todavía adolescente, y se trasladó a Nápoles para ponerse de acuerdo con el tío y tutor del joven, Manfredo, que gobernaba en su nombre. Pero pronto se rompieron estas relaciones y, por el contrario, guerra fué declarada, derrotando Manfredo al ejército pontificio. Al saber la derrota, Inocencio, que se hallaba enfermo, murió en Nápoles el 7 de diciembre de 1254; fué sepultado en la iglesia de Santa Restituta y luego trasladado a la nueva Catedral.
Si las luchas que tuvo que sostener con el Imperio no le permitieron prodigar su solicitud a toda la cristiandad, no descuidó, sin embargo, las misiones en el Asia y África, y aprobó bastantes órdenes religiosas.
Escribió un libro sobre las Decretales.
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Favoreció una nueva Cruzada que dejó indiferentes a la mayor parte de los reyes: sólo San Luis de Francia respondió, pero su expedición tuvo un mal resultado.
Inocencio continuó con firmeza el ideal de Inocencio III y de Gregorio X: alejar a los suevos de Sicilia y de Italia entera.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945