VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SANTA CLARA, Virgen




12 de agosto del Año del Señor
SANTA CLARA,
Virgen

Mientras tenéis luz, creed en la luz,
para que seáis hijos de la luz.
(Juan, 12, 36).


Santa Clara, a ejemplo de San Francisco de Asís, su conciudadano, distribuyó todos sus bienes a los pobres, y formó, bajo la dirección de este gran santo, una sociedad de vírgenes decididas como ella a vivir en el recogimiento y en la penitencia. Habiendo los moros atacado su monasterio, los puso en fuga presentándose ante ellos precedida por el Santísimo Sacramento. Ayunaba a pan y agua todo el Adviento y la Cuaresma; durante mucho tiempo, pasó, sin tomar alimento alguno, los lunes, miércoles y viernes de cada semana. Siempre llevaba un cilicio, andaba descalza, y acostábase sobre sarmientos tirados en el suelo. Murió en 1253.


ORACIÓN

Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y que la fiesta de la bienaventurada Clara, vuestra virgen, regocijando nuestra alma, la enriquezca con sentimientos de tierna devoción. Por J. C. N. S. Amén.


MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE
SANTA CLARA

I. Se representa a Santa Clara con el Santísimo Sacramento en la mano, y se puede decir que contempló a Jesucristo, en este adorable misterio, para reproducir en su vida las virtudes de que nos da ejemplo. ¿Qué más pobre que Jesucristo oculto en la Eucaristía? Está despojado de todos sus tesoros, y todos los atributos de su divinidad están allí como anonadados. Santa Clara ha imitado esta pobreza; fundó una Orden de religiosas que viven sólo de limosnas. ¿Qué amor tenemos nosotros por la pobreza? Para desposarse con ella, Jesús descendió del cielo a la tierra, y tú, por evitarla te precipitas en el infierno. ¡Cuán dichosos son los cristianos de poder adquirir el reino de los cielos mediante la pobreza! (San Agustín).

II. Nada hay más puro, más casto que Jesucristo en la Eucaristía: tiene cuerpo, pero este cuerpo está glorificado y está privado de todas las satisfacciones de los sentidos. Santa Clara ha imitado esta mortíficación; tal era su celo por el ayuno y las austeridades, que San Francisco se vio obligado a moderarlo. ¿Qué dices a esto, cristiano afeminado? El solo pensamiento de las mortificaciones que ha practicado esta santa, ¿no basta ya para asustar tu pusilanimidad?

III. La obediencia de Jesucristo en la Eucaristía es admirable: obedece a la voz del sacerdote, sin tener en cuenta el mérito de la persona que lo manda; está a su disposición tanto de día como de noche. Así es como Santa Clara obedecía a San Francisco; y es así como debes obedecer tú a tus superiores. Mira a Jesús en el Santísimo Sacramento, míralo en la Cruz, y ya no te costará obedecer las órdenes que Él te da por boca de tus superiores.

*Así es, mis queridos hermanos. Los Santos del Cielo, cuando nos miran, deben de sentir vergüenza de nosotros, al vernos tan tibios y pusilánimes. Nos hemos vuelto unos cristianos mediocres y afeminados, que huimos de la cruz y de todo lo que implique dolor y sufrimiento, pues nos escandaliza y nos horroriza el solo pensamiento de padecer aunque sea un poco por Jesús, acostumbrados como estamos a una vida fácil y llena de comodidades. Para agravar las cosas, el detestable orgullo y el amor propio llevan a algunos a creerse más inteligentes que los Vicarios de Cristo, cuya Disciplina y Magisterio infalibles se atreven a cuestionar y menospreciar, olvidando criminalmente que la palabra de los Papas es sagrada y limpia de error, por lo que se les debe obediencia y sumisión plena. Por eso no es de extrañar que sean tan pocos los que se salven, porque son muy pocos los que están dispuestos a cargar con la cruz que Dios les preparó hasta el final de la vida, ya que el pecado y el error ofrecen un brillo más atractivo que la virtud y la verdad, aunque es un brillo falso y engañoso, pues el diablo se disfraza a menudo de ángel de luz para confundir a las almas, a fin de sacarlas de la senda angosta de la salvación y meterlas de nuevo en la avenida ancha y espaciosa que conduce al infierno. Por tanto, seamos sufridos y pacientes, hermanos míos, aguantemos todo lo que nos echen con cristiana resignación, sin murmurar, perdonando a nuestros enemigos, quienes no saben lo que hacen, y rezando por ellos. Cuando Dios nos presente una corona de espinas punzantes, y el mundo nos ofrezca una guirnalda de rosas, elijamos siempre la corona de espinas, a imitación de los Santos, que lo despreciaron todo por seguir a Jesucristo y merecer ser crucificados por Él. Que Santa Clara, mujer fuerte y piadosa, interceda por nosotros y nos obtenga ese valor sobrenatural que tanto necesitamos para hacer frente a los numerosos peligros que nos rodean hoy.

Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.

*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.


12 de Agosto del Año del Señor.
SANTA CLARA DE ASÍS,
Virgen

n. 16 de julio de 1194 en Asís, Italia;
† 11 de agosto de 1253

Patrona de los ojos; joyeros que trabajan el oro; lavanderos; telégrafo, teléfono y televisión. Protectora contra las enfermedades de los ojos. Se la invoca para pedir buen tiempo.

Mientras tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz. (Juan 12, 36)

+ Santa Clara, Virgen, primera planta de las Señoras Pobres de la Orden de Menores; la cual, tal día como ayer, fue llamada a las bodas eternas del Cordero.
+ El mismo día, los santos Mártires Porcario, Abad del monasterio de Lerins, y quinientos Monjes Compañeros suyos, que, muertos por los bárbaros en odio de la fe católica, fueron coronados del martirio.
+ En Catania de Sicilia, el triunfo de san Euplio, Diácono, que, imperando Diocleciano y Maximiano, habiendo sido por la confesión del Señor muchísimo tiempo atormentado, finalmente al filo de la espada consiguió la palma del martirio.
+ En Augsburgo de Baviera, santa Hilaria, que fue madre de santa Afra Mártir, y velando delante del Sepulcro de su hija, fue allí mismo, en odio a la fe de Cristo, echada en el fuego por los perseguidores juntamente con Digna, Euprepia y Eunomia, sus criadas. Padecieron también el mismo día y en la misma ciudad Quiriaco, Largión, Crescenciano, Ninmia y Juliana, con otros veinte.
+ En Siria, los santos Mártires Macario y Julián.
+ En Nicomedia, los santos Mártires Aniceto, Conde, y Fotino, su hermano, con otros muchos, en tiempo del Emperador Diocleciano.
+ En Faleria de Toscana, el suplicio de los santos Graciliano y Felicísima, Virgen, a quienes primero, por la confesión de la fe, deshicieron con piedras la boca, y por último, degollados, recibieron la deseada palma del martirio.
+ En Milán, el tránsito de san Ensebio, Obispo y Confesor.
+ En Brescia, san Herculano, Obispo.

+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.