VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN, Confesor





4 de agosto del Año del Señor
SANTO DOMINGO DE GUZMÁN,
Confesor

Brille vuestra luz ante los hombres, a fin de que
vean vuestras buenas obras y glorifiquen
a vuestro Padre que está en los cielos.
(Mateo, 5, 16).


Santo Domingo, fundador de la Orden de los Hermanos Predicadores, es representado con un lirio en la mano, símbolo de la virginidad que conservó durante toda su vida. El can que su madre vio en sueños llevando una antorcha encendida, representa la guerra que hizo a los herejes, y la luz que difundió en el corazón de los pecadores por la pureza de su doctrina y la santidad de su vida. Acaeció su muerte en 1221.


ORACIÓN

Oh Dios, que os dignasteis esclarecer la Iglesia por los méritos y la doctrina de vuestro confesor Santo Domingo, haced, por su intercesión, que nunca se vea privada de los socorros temporales, y que siempre logre nuevos progresos en las obras espirituales. Por J. C. N. S. Amén.


MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA
DE SANTO DOMINGO

I. Se ve brillar una estrella sobre la frente de Santo Domingo inmediatamente después de su bautismo. Era el presagio del fulgor admirable que debía proyectar sobre la Iglesia de Dios. En efecto, desde tierna edad, edificó a cuantos lo rodeaban por su piedad, su austeridad y la práctica de las virtudes cristianas en general. ¿Has consagrado tú como Santo Domingo las primicias de tu vida a Dios? ¡Desgraciado el tiempo en el que no te amé, oh Dios mío! (San Agustín).

II. Este astro, tan radiante al levantarse, brilló con esplendor más deslumbrador aun a su mediodía. Santo Domingo alumbró y abrasó toda la tierra con el fuego del amor divino, con sus predicaciones y las de los religiosos de su Orden. Si tu profesión no te obliga a trabajar por la salvación de las almas mediante la predicación del Evangelio, debes por lo menos trabajar seriamente por tu propia salvación, y edificar al prójimo con tus buenos ejemplos.

III. Los astros no por ocultarse a nuestra vista pierden sus rayos: su fulgor no es menor a su ocaso que a su mediodía. Santo Domingo trabajó hasta su muerte por la gloria de Dios y la salvación de las almas, sin desalentarse por los obstáculos y sin perder nunca su primer fervor. Trabaja tú, mortifícate, haz penitencia hasta el último suspiro; y si alguien te invita a disiparte y a abandonar las austeridades de la penitencia, respóndele: Eso está bien para los bienaventurados; pero, para mí, que he ofendido a Dios, me hace correr el riesgo de perecer para toda la eternidad. (Paciano).

*En efecto, mis queridos hermanos. El astro refulgente de Santo Domingo de Guzmán brilla con luz propia en el glorioso firmamento de la Iglesia Católica, iluminando a quienes se acercan a él. Su extraordinaria Caridad y su celo por la salvación de las almas lo llevaron a combatir a los endurecidos herejes albigenses del sur de Francia con toda la fuerza y pureza de su Doctrina divinamente inspirada. Hoy, a pesar de que el Sol, la luna y las estrellas de la Iglesia -los Papas y los Santos- han sido quitados de en medio para que se cumpla la Escritura, siempre nos quedarán sus Encíclicas y sus escritos piadosos llenos de la luz del Espíritu Santo para alimentar nuestras almas y consolarnos mientras debemos soportar esta gran tribulación espiritual que se ha abatido sobre todo el orbe. Imitemos al glorioso Santo Domingo en su inmensa humildad y su amor por la penitencia. Todos hemos ofendido a Dios a lo largo de nuestra vida, hermanos míos, así que es muy justo que le consagremos el resto de nuestras vidas para expiar tantos años de pecados y olvido de Dios. Vivamos como muertos al mundo, el demonio y la carne, satisfaciendo por nuestras culpas pasadas mediante actos de contrición y contrición perfecta abundantes y sinceros, empleando la medicina de la oración, el ayuno y la limosna que nos ofrece sabiamente Nuestra Madre la Iglesia. ¡Santo Domingo de Guzmán, ora pro nobis!

Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.

*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.


4 de Agosto del Año del Señor.
SANTO DOMINGO
DE GUZMÁN,
Confesor
n. 1170 en Caleruega, Burgos;
† 4 de agosto de 1221 en Bolonia

Patrono de la astronomía y los astrónomos; científicos; personas falsamente acusadas; República Dominicana.

Brille vuestra luz ante los hombres, a fin de que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 5, 16)

+ Santo Domingo, Confesor, Fundador de la Orden de Frailes Predicadores, el cual descansó en paz el día 6 de este mes.
+ En la aldea de Ars, diócesis de Belley en Francia, el tránsito de san Juan Bautista María Vianney, Presbítero y Confesor, insigne en el ministerio parroquial, a quien el Papa Pío XI puso en el número de los Santos y le instituyó celestial Patrono de todos los Párrocos. Su fiesta se celebra el 8 de Agosto.
+ En Salónica, el triunfo de san Aristarco, que fue discípulo y compañero de san Pablo, de quien el mismo Pablo escribe a los Colosenses: «Os saluda Aristarco, mi compañero en la prisión». Ordenado por el mismo Apóstol Obispo de Tesalónica, finalmente, después de muchos combates en tiempo de Nerón, coronado por Cristo descansó.
+ En Roma, santa Perpetua, la cual, bautizada por el Apóstol san Pedro, convirtió a la fe de Cristo a Nazario, su hijo, y a Africano, su marido, enterró muchos cuerpos de santos Mártires, y, por último, colmada de méritos y santas obras, pasó al Señor.
+ En Roma asimismo, en la vía Latina, el suplicio de san Tertulino, Presbítero y Mártir, que, imperando Valeriano, después de bárbaramente apaleado, quemados los costados, deshecha a golpes la boca, extendido en el potro y azotado con nervios, por sentencia del Juez cortada la cabeza, consumó el martirio.
+ En Constantinopla, san Eleuterio Mártir, del orden Senatorio, que en la persecución de Maximiano fue, por Cristo, degollado.
+ En Persia, las santas Mártires Ía y sus Compañeras, las cuales, con nueve mil Cristianos cautivos, en tiempo del Rey Sapor, afligidas con varios tormentos, pasaron el martirio.
+ En Verona, san Agabio, Obispo y Confesor.
+ En Tours de Francia, san Eufronio, Obispo.
+ En Colonia, la conmemoración de san Protasio, Mártir, que junto con su hermano Gervasio padeció el martirio el día 19 de Julio.

+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.




S.S.GREGORIO IX

BULA “Fons Sapiéntiæ” 
DE CANONIZACIÓN DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
  
Gregorio obispo, siervo de los siervos de Dios, a nuestros venerables hermanos los arzobispos y obispos, a nuestros amados hijos los abades, priores, arcedianos, arciprestes, deanes y demás prelados de las iglesias a cuyas manos llegaren estas letras, salud y bendición apostólica.
    
Introducción
Nuestro Señor Jesucristo, Fuente de la Sabiduría, Verbo del Padre [Eccli 1, 5], cuya naturaleza es bondad y su obra la misericordia; que redime y renueva a los que ha creado, y no abandona hasta la consumación de los siglos [Mt 28, 20] la viña que trasplantó de Egipto [Sal 79, 9], renueva sabiamente los prodigios por la inconstancia de la mente humana, y repite los portentos para salir al paso de la desconfianza de los incrédulos. Pues desde el nacimiento de la Iglesia, después de la muerte de Moisés, es decir, tras el fin de la Ley [Rm 10, 4] el Señor subió a los caballos y a las cuadrigas de los Evangelios, que son en verdad fuente de salud y, queriendo anular la presunción de Jericó, es decir, la vanagloria del mundo, la derrotó ante la admiración de las naciones, con el solo estruendo de la predicación, tomando en su mano el arco de la divina palabra, que había mantenido en tensión hasta reducir a los judíos a la impotencia [Sal 57, 8], y recordando el juramento que había hecho a nuestros padres, abrió en el mar un camino para sus caballos, prefigurando con la señal del hilo de púrpura de Rahab [Jos 2, 18-21] la salvación de innumerables pueblos.
  
En la primera de las cuatro cuadrigas, que según la profecía de Zacarías salía de entre dos montañas de bronce [Za 6, 1-2], tenía enganchados caballos oscuros, que representaban a los príncipes de los pueblos y a los poderosos de la tierra que, adhiriéndose por la obediencia de la fe [Rm 1, 5; 16, 26] al Dios de Abrahán, padre de los creyentes [Rm 4, 11], y para fundamento de la nueva alianza, tiñeron sus vestidos a ejemplo de su caudillo en Bosra [Is 63, 1], es decir, en la angustia de la tribulación, enrojecieron en sangre todas las insignias del combate. De modo que no temieron la espada temporal y, con el fin de conquistar la gloria futura, se hicieron mártires, que es lo mismo que decir, testigos. Con su confesión suscribieron el libro de la nueva Ley, y con la pública manifesta-
ción de sus milagros dieron valor a sus pactos. El libro y el tabernáculo, obras divinas, que no humanas, así como los vasos del ministerio evangélico fueron teñidos, no con sangre de animales, sino con la sangre de víctimas racionales; echando, en fin, las redes de la predicación en la vasta extensión de los mares [Hab 1, 17; Mt 13, 47], han reunido la Iglesia, acrecentada sobremanera, con miembros de todas las naciones que hay bajo el cielo.
    
Dios ha suscitado muchos santos para la salvación de las almas
Mas, con la multitud nació la presunción, y con la libertad la malicia; el Señor envió la segunda cuadriga de caballos negros, símbolo de duelo y penitencia [Za 6, 12], en quienes estaba representado aquel escuadrón de caballeros, conducido por el Espíritu al desierto del claustro, bajo la dirección del nuevo auriga de Israel [4 Re 2, 12; 13, 14], el santísimo Benito. Bajo su guía, a semejanza de los hijos de los profetas bajo Eliseo [4 Re 2, 3], esta milicia restableció en grata sociedad de una alegre convivencia el bien de la vida común, que se había perdido por culpa del número excesivo. Se reparó así la red rota de la unidad y, llegando con obras de piedad a la tierra del Aquilón, de donde viene todo mal [Jer 1, 14], hizo reposar en las almas blancas como la nieve [Job 28, 22] y en los corazones contritos a Aquel que desdeña habitar en el cuerpo esclavo del pecado [Sab 1, 4].
    
Después de esto, como para restablecer las fuerzas del ejército fatigado, y para devolver el júbilo tras el llanto, lanzó la tercera cuadriga [Za 6, 3], tirada por caballos blancos, que simbolizaban los frailes de la Orden Cisterciense y de Fiore, semejantes a ovejas esquiladas y ricas en frutos de caridad, saliendo del baño de la penitencia [Cant 4, 2], conducidas por San Bernardo. Él, como un ariete a la cabeza del rebaño, en virtud del espíritu divino de que estaba sobrenaturalmente revestido, condujo a su rebaño por valles abundosos en trigo, a fin de que los liberados por él, durante esta marcha clamen con fuerza al Señor, entonen himnos, y coloquen el campamento del Dios de los ejércitos [Gn 32, 2] sobre el mar. Con este triple ejército el nuevo Israel hizo frente a otros tantos escuadrones que habían formado los filisteos [1 Re 13, 17].
   
Elogio de Santo Domingo
Mas, a la hora undécima, cuando el día ya declinaba hacia el atardecer, y por la abundancia del mal se enfriaba la caridad de muchos [Mt 24, 12], y el rayo del sol de la justicia, se acercaba al ocaso, el Padre de familia advirtió que la viña plantada con sus manos [Sal 79, 16], a la que había enviado obreros a diferentes horas, conviniendo con ellos el precio de un denario [Mt 20, 2], no sólo se había llenado de las zarzas y espinas de los vicios, sino que estaba a punto de ser completamente destrozada por las zorras [Cant 22, 15], que intentaban convertirla en amargura de una viña ajena. Por eso quiso congregar una milicia mejor dispuesta para el combate contra esta multitud de enemigos.
   
Y así podemos contemplar al presente, después de las tres cuadrigas con diferentes significados, una cuarta, tirada por caballos robustos y de variado color [Za 6, 3]. Son las legiones de los Frailes Predicadores y Menores, con jefes elegidos para llevarlos a la par al combate. El Señor suscitó el espíritu de 
Santo Domingo, y le otorgó como a caballo de su gloria, la fortaleza de la fe y el fervor de la divina predicación, y le hizo brotar el relincho de su cuello [Job 39,19 Vulg.].
  
Desde su infancia tuvo un corazón de anciano, y eligiendo una vida de mortificación para su cuerpo, buscó afanosamente al autor de la vida. Entregado a Dios como nazareo [Juec 16, 17], y consagrado por la profesión de la regla de San Agustín, imitó a Samuel en el servicio asiduo del Santuario [1 Re 3, 1], y continuó las piadosas inspiraciones de Daniel [Dan 10, 11] en su afán por regular sus deseos. Recorrió fielmente cual valeroso atleta las sendas de la justicia [Sal 22, 3] y el camino de los santos. No abandonó ni siquiera por un instante la casa del Señor, ni su oficio de maestro v ministro de la Iglesia militante, sometiendo siempre la carne al espíritu, la sensibilidad a la razón. Hecho un solo espíritu con Dios [Sal 30, 33], se esforzó por abismarse en Él por la contemplación [1 Cor 6, 17], sin descuidar la caridad para con el prójimo, que le impulsó a entregarse con justa medida a las obras de misericordia. Así, combatiendo las delicias de la carne, y alumbrando las mentes endurecidas de los impíos, hizo temblar a la secta de los herejes, y exultar a la Iglesia de los fieles. A medida que crecía en edad, crecía también en gracia [Lc 2, 52], y experimentaba una indescriptible felicidad en la entrega a la salvación de las almas. Se dio por completo a la predicación de la Palabra de Dios, engendrando a muchos en Cristo por el Evangelio [1 Cor 4, 15], una verdadera multitud que, siguiéndole en su ardu a vocación, se consagró al sublime ministerio evangélico. Esto le mereció obtener en la tierra el nombre y oficio de patriarca.
   
Milagros destacados
Convertido en pastor y jefe ínclito del pueblo de Dios, instituyó con sus méritos la nueva Orden de Predicadores, la aleccionó con sus ejemplos, y no dejó de confirmarla con auténticos y evidentes milagros. De hecho, entre las obras maravillosas de santidad y muestras de poder con las que brilló todavía en vida, se cuentan diferentes curaciones: dio el habla a los mudos, vista a los ciegos, oído a los sordos, hizo caminar a los paralíticos, y restableció la salud a un gran número de enfermos atormentados por diversas dolencias. En todo esto se muestra claramente la calidad de espíritu que habitaba en la tierra de aquel santísimo cuerpo.
   
Confianza en su patrocinio.
Gracias, pues, a la gran familiaridad que tuvo con Nos cuando ocupábamos un cargo más modesto, teníamos ya pruebas de su santidad, habiendo podido admirar personalmente su vida. Se añada ahora que testimonios cualificados nos han proporcionado la plena certeza de la autenticidad de los milagros de que nos habían hablado. Por tanto, Nos, y la grey encomendada a nuestro cuidado, confiamos poder recibir ayuda de la misericordia de Dios por intercesión de aquel que, después de habernos consolado en la tierra con su grata amistad, nos otorgará desde el cielo la alegría de su poderoso patrocinio.
  
Inscripción en el catálogo de los Santos, y festividad
Con el consejo y asentimiento de nuestros hermanos y de todos los prelados presentes en la actualidad en la Sede Apostólica, decretamos inscribirlo en el catálogo de los santos, estableciendo firmemente y mandando a todos vosotros por las presentes, que celebréis y hagáis celebrar solemnemente su nacimiento para el cielo en las Nonas de Agosto (5 de Agosto), vigilia del día en que, aligerado del peso de la carne, entró rico de méritos en el lugar santo, hecho semejante a los santos por la gloria [1]. Que el Señor a quien él honró en vida, por intercesión de su plegaria, nos otorgue la gracia en esta vida y la gloria en la futura.
   
Indulgencia para quienes visitan su sepulcro.
Deseando, en fin, que el venerable sepulcro de este gran confesor, que ilustra toda la Iglesia con el fulgor de sus milagros, sea dignamente frecuentado y honrado por la piedad cristiana; confiando en la misericordia de Dios omnipotente y en la autoridad de sus santos Apóstoles Pedro y Pablo, concedemos de buen grado a todos los fieles que, confesados y verdaderamente arrepentidos, lo visiten todos los años el día de la fiesta, con devoción y la debida reverencia, un año de indulgencia.

Dado en Rieti el día quinto de las nonas de Julio (3 de Julio) del año 1234, octavo de Nuestro Pontificado.
  
NOTA
A fin de no concurrir la fiesta de Santo Domingo con la fiesta de la Transfiguración del Señor. Después de establecida la fiesta de la Dedicación de la basílica de Santa María, la fiesta de Santo Domingo de Guzmán fue trasladada al 4 de Agosto por la constitución “Gloriósus in Sanctis suis Deus” del Papa Pablo IV el 7 de Agosto de 1558.