El patriarca Eutiquio mantuvo la opinión de que después de la resurrección el cuerpo será 'más sutil que el aire' y ya no será una cosa tangible. Esto se consideró herético, porque se tomó como una negación de la doctrina de la resurrección física y corporal. El futuro Papa Gregorio Magno, que entonces residía en Constantinopla como apocrisiario, se opuso a esta opinión, citando a Lucas 24:39. El emperador Tiberio habló con los disputantes por separado e intentó reconciliarlos, pero la brecha de opiniones continuó.
Cuando el patriarca está a punto de morir, llamó a Gregorio, confesó su error delante de él, y mostrándoles sus manos descarnadas y amarillas, le dijo:
"Creo lo que tu eres: creo que he de resucitar con esta misma carne, con este mismo cuerpo"