VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

EL ÚLTIMO DISCURSO DE S.S.PÍO IX EN EL LECHO DE SU MUERTE


S.S.Pío IX
«Es para mí gran consuelo veros aquí reunidos á mi alrededor en agradable corona de cariñosos hijos. Os agradezco el celo que manifestáis continuamente por la tutela y salud de las almas que os están confiadas. Doy las gracias a los Pastores de almas que se esfuerzan por obtener la frecuencia de las oraciones y la frecuencia de los Sacramentos.

«Doy también las gracias á los Pastores de las almas y á todos los individuos del clero secular y regular por las oraciones que bajo su dirección los fieles no han cesado de dirigir á Dios por mí. Os ruego que deis las gracias en mi nombre a todos los que están confiados a vuestra solicitud. Dadles las gracias, y significadles que pido a Dios que les conceda la perseverancia en la oración, en la frecuencia de los Sacramentos, en la fidelidad a la cabeza de la Iglesia. Decidles que me acuerdo de ellos, y que ruego a Dios por ellos todos los días, a fin de que quiera conservarlos bajo la egida de su diestra protectora. Una cosa quiero decir antes de despediros.

Sé que existen siempre en las diversas parroquias ignorantes que no tienen ni siquiera las nociones necesarias de la Religion; sé también que existen padres culpadísimos que dejan crecer à sus hijos en esta ignorancia religiosa; pero sé al mismo tiempo que nosotros debemos correr detrás de los pecadores para convertirlos, y de los ignorantes para iluminarlos.

«Buscad, pues, a los ignorantes; iluminadlos con celo, para que no se pueda decir que en el centro del mundo católico hay almas que ignoran los principales misterios de nuestra santa Religión. Trabajad con todas vuestras fuerzas por librar à Roma de esta vergüenza; trabajad para que, mediante vuestro celo y vuestras plegarias, se conviertan las almas, y la verdad resplandezca por todas partes en la ciudad santa.

Estas son las palabras que más me urgía repetiros en esta ocasión, no permitiéndome la debilidad deciros más.

Y ahora os bendigo. Bendigo vuestras personas, vuestras casas religiosas, todas las almas que os están confiadas. Acompáñenos esta bendición todos los días de vuestra vida, y sea el tema de vuestras plegarias y vuestras alabanzas cuando Dios quiera llamaros al Paraíso.

Benedictio Dei, etc.»



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