VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

Mons. GAUME - ¿PARA QUÉ SIRVE EL PAPA? (III)


Mons. Jean-Joseph Gaume


¿Cuál es el propósito del sol en la naturaleza?... ¡Bien! Lo que el sol es para la naturaleza, lo es el Papa para el mundo civilizado. Aquí sale de vuestros labios una negación muy acentuada. Con vuestra mano señaláis a Inglaterra, a Rusia, a los Estados Unidos (hoy desunidos), a los demás pueblos separados de la Iglesia y triunfáis. Mas ¡pobre triunfo! Vuestra objeción es más que una tontería: es un grave error. La verdad es que las naciones heréticas y cismáticas, sin excepción, viven del Papa, viven sólo del Papa. Si tomáis su pulso, descubriréis que todo pulso normal es Católico.

¿Qué creéis que constituye su existencia como naciones cristianas? Sin duda, el elemento cristiano. ¿A quién le deben el elemento cristiano? Al Papa, sin ofender, y solo al Papa. Por un lado, fue el Papa quien les envió los primeros apóstoles del cristianismo. Por otra parte, todo lo que estas naciones conservan de cosas cristianas, incluso la Biblia, se lo deben a la Iglesia, en consecuencia al Papa, sin el cual la Iglesia no existiría, nunca habría existido.

De esto se sigue que ningún protestante, ningún cismático, puede hacer ningún acto de vida cristiana, un acto de fe en las Escrituras, sin hacerlo en la necesidad e infalibilidad del Papa. Cualquiera que diga: creo en la Biblia, pero no creo en el Papa, no sabe lo que dice. Se miente a sí mismo y vive en la inconsistencia. El día que ya no viva, será ateo o católico. Mientras tanto, no vive, vegeta 2. Así, el protestante puede negar la personalidad del Papa, pero, voluntaria o involuntariamente, se ve obligado a admitir el principio del Papa. Hay mejores. Esta necesidad del Papa para seguir siendo cristiano es tan implacable que nadie es tan papista como el protestante. El católico reconoce un solo Papa, obispo de Roma, durante dieciocho siglos. El protestante no se contenta con tan poco. Tiene tantos papas como ministros, reyes o reinas; tantos como él mismo, en el transcurso de un día, hacen afirmaciones religiosas. Siempre tiene un papa con él; él es incluso su papa.

Si la cantidad favorece al protestante, la calidad favorece al católico. El Papa católico nunca varía. La esencia de los papas protestantes es variar siempre. Nunca están de acuerdo entre sí ni consigo mismos. ¿Queréis pruebas? Mirad las innumerables sectas en las que han dividido el dogma cristiano. Hasta el punto de que todo lo que queda hoy de creencias comunes entre los protestantes podría, dice uno de sus ministros, estar escrito en la uña del pulgar.

Por su naturaleza, este principio de división tiende a una fragmentación infinita. ¿Quién le impide llegar allí? Sigue siendo el Papa. ¿Por qué? Porque el Papa es una afirmación, y mientras exista una afirmación, la negación no puede ser completa.

Tengamos esto por cierto: sin la acción indirecta del verdadero Papa sobre los países protestantes, es decir, sin la influencia permanente de la afirmación católica en el mundo bautizado, los últimos vestigios de la verdad cristiana habrían desaparecido hace mucho tiempo, y con ellos habrían desaparecido también los últimos elementos de la civilización en las naciones heterodoxas.

Por tanto, es cierto: lo que el sol es para la naturaleza, lo es el Papa para el mundo cristiano. Así como el sol solo, incluso cuando desciende por debajo del horizonte, aún retiene luz durante mucho tiempo en el mundo físico; así, sólo el Papa, Vicario inmortal de Aquel que ilumina a todo hombre que viene a la tierra, preserva el cristianismo en todas partes, católicas o no, del mundo civilizado. ¿Les parece poco eso?

2. Esto también es válido para los pueblos y en todos los aspectos. Es testigo, entre otras, de las tres grandes lepras de los países protestantes: el racionalismo, el divorcio y la mendicidad. 

Continuará...