VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SU PALABRA SERÁ SIEMPRE EL ORÁCULO DE LA VERDAD

Mons. Gaume

De que san Pedro es el vicario de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra se deduce primeramente que la Iglesia de Roma es, como la reconocen todos los siglos, la madre y maestra de todas las demás iglesias; en seguida, que los Pontífices romanos, sucesores de San Pedro, han recibido como él plena y entera autoridad para gobernar, enseñar y regir la Iglesia universal. Tal es la doctrina unánime de los siglos cristianos.


1.° Plena autoridad para gobernar. Todos los pastores particulares, es decir, todos los Obispos y todos los fieles deben respeto y obediencia al Pontífice romano; pues el poder soberano de que se halla revestido le ha sido conferido por el mismo Salvador. En efecto, habiendo confesado san Pedro la divinidad de su Maestro, Jesucristo le respondió: Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a tí daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra, atado será en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos. Por las puertas del infierno se entienden las potencias infernales, los cismas, las herejías, los escándalos; las llaves son el símbolo de la autoridad y del gobierno ; el poder de atar y desatar es el carácter de la magistratura. Todo esto ha sido dado sin restricción a san Pedro, y por consiguiente a los Pontífices romanos, sus sucesores; pues todo esto es necesario para asegurar la unidad, la solidez y la perpetuidad de la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

2. Plena autoridad para enseñar. San Pedro recibió de Nuestro Señor plena autoridad para enseñar a todos los pastores particulares y a todas las ovejas del redil. Establecido para confirmar a sus hermanos, su fe no claudicará nunca, su palabra será siempre el oráculo de la verdad. Esta magnífica prerrogativa se funda en las mismas palabras del Salvador: Apacienta mis corderos, dijo a Pedro, apacienta mis ovejas. En otra parte, hablando a sus Apóstoles del reino que les deja y en el cual se establecerán para juzgar á los fieles, se dirige particularmente a Pedro, y le dice: Simón, Simón, mira que Satanás os ha pedido para zarandearos como trigo; mas yo he rogado por ti, que no falte tu fe; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos. -¿Cómo les confirmará, si fuese él falible en su fe?

Luego la plena autoridad para enseñar fue dada a san Pedro, y por consiguiente a los Pontífices romanos, sus sucesores, pues es indispensable para asegurar la unidad, la solidez y la perpetuidad de la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

3.° Plena autoridad para regir la Iglesia. San Pedro recibió del mismo Jesucristo plena autoridad para regir la Iglesia, es decir, de atar y desatar, de hacer todas las leyes necesarias para el gobierno de la Iglesia, poder expresado por las palabras ya citadas.: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas; todo lo que atares sobre la tierra, atado será en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos. Este poder de suprema jurisdicción es ejercido por Pedro, lo mismo que los demás, sin oposición alguna. ¿Qué observamos después de la ascensión de Jesucristo, Señor nuestro? Pedro aparece el primero en todo y por todo ; él es quien al frente del colegio apostólico toma la palabra, y hace elegir un apóstol en lugar de Judas; él quien predica primeramente y quien anuncia a los judíos la resurrección de Jesucristo, y si es el primero en convertir a los judíos, lo es también para recibir a los gentiles. Él es el enviado por el cielo para bautizar a Cornelio el centurión; él es el primero que confirma la fe con un milagro; él quien en el concilio de Jerusalén lleva la palabra y expone su opinión antes que todos; luego la plena autoridad para regir la Iglesia universal fue dada a san Pedro y por consiguiente a sus sucesores, los Pontífices romanos, pues es necesaria para asegurar la unidad, la solidez y la perpetuidad de la Iglesia hasta el fin de los tiempos. Todos los siglos cristianos han reconocido esta autoridad en los sucesores de Pedro todos los Padres de la Iglesia exaltan a porfía al Pontífice romano y le llaman jefe del Episcopado, del cual parte el luminoso rayo del gobierno; y a su sede, la sede de Roma, el principado de la cátedra apostólica, el principado principal, la fuente de unidad, la cátedra única, en la que únicamente todos guardan la unidad. Con estas palabras se expresan san Optato, san Agustín, san Cipriano, san Ireneo, san Próspero, san Avito, Teodoreto, el concilio de Calcedonia y otros, el África, las Galias, la Grecia, el Asia, el Oriente y el Occidente.


En virtud de este derecho soberano de gobernar, de enseñar y de regir la Iglesia de Dios, los Papas han presidido y confirmado los Concilios generales, y de aquí es que concilio alguno ha sido considerado como ecuménico, y por consiguiente infalible, a menos de ser presidido por el Sumo Pontífice en persona ó por sus legados, ó aprobado y confirmado por él mismo. Ningún otro obispo del mundo ha gozado, como el sucesor de san Pedro, del privilegio de hacerse representar en ellos por legados; y a contar desde el primer concilio general hasta nosotros, no hay uno solo en que no veamos señales de la primacía y de la jurisdicción universal de la Santa Sede. En virtud del mismo derecho las grandes causas así de costumbres como de disciplina han sido llevadas siempre, desde los primeros siglos, al tribunal de los Sumos Pontífices; los Papas han instituido. siempre a los Obispos, aprobada su elección, determinado su jurisdicción asignándoles la parte del aprisco que debían gobernar, de modo que los Obispos son verdaderos pastores solo porque están en comunión con el Pastor universal.

Catecismo de Perseverancia Tomo III Lección XXIII

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