S.S. Pío IX
Nostis et vobiscum
Todos los que cooperen con vosotros a la defensa de la fé, tendrán especialmente presente hacer penetrar, asegurar y grabar profundamente en el espíritu de vuestros fieles la piedad, la veneración y el respeto hacia esta Silla Suprema de Pedro, en cuyos sentimientos os distinguís eminentemente, Venerables Hermanos.
Que los pueblos fieles se acuerden, que aquí vive y preside en la persona de sus sucesores, Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, cuya dignidad no está separada de su indigno heredero.
Que se acuerden, que Jesucristo Nuestro Señor ha colocado sobre esta Silla de Pedro el inexpugnable fundamento de su Iglesia, que a Pedro dio las llaves del reino de los cielos, y que por esto ruega, para que la fé de Pedro no falte nunca, mandándole afirmar en esta fé a sus hermanos. Así es, que el sucesor de Pedro, el Pontífice Romano, teniendo la primacía en todo el universo, es el verdadero vicario de Jesucristo, el jefe de toda la Iglesia, el padre, y el doctor de todos los cristianos.
En la conservación de esta unión común de los pueblos a la obediencia del Pontífice Romano, es en donde se halla el medio mas corto y el mas directo para mantenerlos en la profesión de la verdad católica.
En efecto, nadie puede rebelarse contra la fé católica, sin rechazar al propio tiempo la autoridad de la Iglesia Romana, en la cual reside el irreformable ministerio de la fé fundada por el Divino Redentor, en la por consecuencia ha sido siempre conservada la tradición, que dimana de los Apóstoles.
De aquí proviene, que los antiguos herejes y los protestantes modernos, tan divididos en sus demás opiniones, han estado siempre acordes para atacar la autoridad de la Sede Apostólica, a la cual no han podido en ningún tiempo, por ningún artificio, por ninguna maquinación, persuadirla a tolerar ni siquiera uno solo de sus errores.
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