SAN GREGORIO I
EL GRANDE (590-604)
Nació en Roma, de la familia patricia Anicia.
Fue pretor en el año 573; pero luego, habiendo abrazado la vida contemplativa, fundó seis monasterios en Sicilia y otro en Roma, donde se recluyó.
Pelagio II lo envió como nuncio apostólico a Constantinopla.
Cuando fue elegido papa, Roma se hallaba amenazada por dos enemigos: el hambre y los longobardos. Gregorio hizo traer trigo de Sicilia, e hizo preparativos de guerra a la vez que sostenía negociaciones con los invasores, con quienes logró la conclusión de un ventajoso tratado, valiéndose del apoyo de la reina Teodolinda, esposa de Agilulfo.
Después de librarse del peligro de los longobardos, combatió con energía a los donatistas en África y a los simoníacos en las Galias; se dedicó a la difusión de la regla de San Benito entre los monjes y a reformar las costumbres del clero secular, y envió a San Agustín a convertir a los anglosajones (595-597).
En Oriente, no pudo impedir que el patriarca de Constantinopla, Juan el Ayunador, protegido por el emperador Mauricio, asumiese el título de obispo ecuménico al que él opuso por humildad el de Siervo de los siervos de Dios con el que desde entonces se encabezan todas las cartas pontificias.
Su sabia obra se extendió a cuantas iglesias de Oriente, África, España y Francia gozaron de sus cuidados y atenciones.
Benigno y fuerte, paciente y constante, atrajo con su bondad y dulzura a los equivocados; enérgico, tuvo a raya a los poderosos, siendo el genio benéfico, no solamente de Italia sino del mundo entero, pues reunía en sí la piedad del santo y la prudente clarividencia del político.
Aun en medio de tantas cuitas no perdió de vista el ordenamiento eclesiástico, y a él se deben algunas adiciones al Canon de la misa, la reglamentación de las ceremonias litúrgicas, la reforma del canto sagrado que en memoria suya tomó el nombre de gregoriano, la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, las letanías mayores y la convocación de Sínodos en varias ciudades, como Sevilla, Zaragoza, Toledo, Huesca y Barcelona.
Fue magnánimo con los pobres, a los que sostenía diariamente con abundantes donativos.
Gregorio I murió a los 64 años de edad, dejando un número considerable de obras: treinta y cinco libros de moral sobre Job, los Diálogos, la Pastoral, trece volúmenes de cartas, el Sacramentario y el Antifonario. El conjunto de estas obras constituye un monumento importantísimo para la historia eclesiástica.
Fue sepultado en el pórtico de San Pedro y trasladado luego a la Capilla Clementina.
Es uno de los doctores de la Iglesia.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945