Abbé Jean Pey
"Se sigue que el Papa puede, en virtud de su primado, reservarse el conocimiento de ciertos casos y negocios, como lo ha decidido el concilio de Trento, y limitar respecto de ellos la jurisdicción de los Obispos; de suerte que todo lo que estos obrasen fuera de los límites que les están prescriptos, ó por los decretos del soberano Pontífice, ó por las leyes y usos de la Iglesia, sería absolutamente nulo por defecto de potestad, que no podría suplirse por ninguna otra autoridad. Tales serian las dispensas de impedimentos dirimentes, reservados a la Silla apostólica. Tal sería también la misión canónica que los nuevos Obispos recibiesen de los Metropolitanos ó concilios particulares.
Estos Obispos serian intrusos y cismáticos, como también los que adhiriesen a ellos.
Se sigue que el tachar estas reservas de abusos y de usurpaciones es insultar a la santa Silla a quien ellas pertenecen; es insultar a la iglesia universal, que siendo asistida del Espíritu Santo, ora juzgue de la doctrina, ora disponga de su gobierno, no puede jamás sancionar leyes injustas y abusivas; es, en fin, preparar los caminos para un cisma, que pronto se verificaría.
Se sigue que ninguna iglesia ni concilio particular tiene facultad para mudar la disciplina eclesiástica en estos puntos a pretexto de abusos, porque ningún inferior puede reformar a su superior.
Se sigue que semejante empresa trastornaría todo el régimen de la Iglesia, separando las iglesias particulares de la dependencia del soberano Pontífice, dejando a su arbitrio la disciplina, é instituyendo otros tantos Papas cuantos fuesen los Metropolitanos, para hacer revivir los antiguos puntos de disciplina que cada cual, según su capricho, juzgue a propósito, sin que hubiese un centro de unidad que pudiese contener los progresos de las divisiones y de los abusos.
Se sigue, en fin, que en el corazón de todos los fieles, y principalmente de los primeros pastores, debe estar altamente impreso el sentimiento de amor y profundo respeto hacia el jefe común de todos.
El desprecio de los soberanos Pontífices no nace sino del desprecio del episcopado y del odio contra la religión; es siempre el fruto de la impiedad ó de la herejía, y el preludio de cismas los mas funestos."