"Confiesa la nación portuguesa que no debe esperar el remedio de sus iglesias sino de la Providencia; pues que tiene por cierto que el sumo Pontífice de Roma es cabeza de la Iglesia y Vicario de Cristo, en quien se halla la fuente y origen de toda potestad y jurisdicción eclesiástica, que recibió inmediatamente de Cristo para que de él se derivase a todos los prelados inferiores con tal subordinación, que puede a su arbitrio restringirla, aumentarla, disminuirla y revocarla; y además puede contener y refrenar a los príncipes seculares si se atreven a perturbar ó destruir el régimen espiritual, porque a ellos no pertenece cosa alguna de la potestad espiritual, sino solo pueden y deben protegerla y conservarla.
Ni es posible dudar tampoco que aunque en las historias eclesiásticas hallamos varios modos de elegir Obispos en di versos tiempos, todos ellos no subsistieron sino por el consentimiento a lo menos tácito y permisivo de los sumos Pontífices, que los aprobaban ó permitían ó toleraban mientras que entendían convenir así al estado de la Iglesia."