Nació en Valencia, en 1431. Hasta los 25 años siguió la carrera de las armas. Al ser elegido papa su tío Alfonso Borgia (Calixto III), se decidió por la carrera eclesiástica. En 1456 fue nombrado cardenal, y más tarde vicecanciller de la Iglesia y obispo de Valencia, subiendo al trono pontificio el 11 de agosto de 1492. ¡Con él entraba la desolación en el Santuario! Fué acusado de haber comprado los votos de sus electores, y su vida privada, anterior a la elección, había sido ya duramente censurada.
Una vez en el poder, Alejandro se reveló un administrador sagaz, político habilísimo, protector de las artes y las letras y amigo del pueblo, por el que fué muy amado durante algún tiempo.
En Roma impuso una justicia severa para lograr la seguridad de la ciudad, donde los asesinos pululaban de un modo impresionante. Declaró una guerra inexorable a los poderosos que habían usurpado territorios del papado, y fundó algunos principados sometidos enteramente a la autoridad de Roma. Pero al confiarlos a miembros de su familia, obedeció a un afecto excesivo y funesto por sus consecuencias, y también a la inspiración de una política previsora.
Cuando Carlos VIII invadió Italia, Alejandro VI pareció ceder ante la fuerza y consintió tratar con el invasor; pero poco después entraba a formar parte de la poderosa liga que obligó a Carlos a cruzar nuevamente los Alpes (1495).
Algunos años después anuló el matrimonio del rey Luis XII con la piadosa Juana de Francia, y el rey, en recompensa, le ayudó a reconquistar las ciudades pontificias caídas en poder de los feudatarios de la Romaña.
Obrando a impulsos de la ambición que le dominaba, persiguió a las familias Orsini, Colonna y a otras ilustres de Roma, confiscando sus bienes a favor de sus familiares.
Puso fin a la contienda que sostenían España y Portugal por la posesión de las nuevas regiones descubiertas en América, fijando la famosa línea del meridiano, con la condición de que mandaran misioneros a aquellos tierras.
No descuidó la defensa de Europa contra los musulmanes, exhortando a una Cruzada; y para este fin envió a Venecia y Hungría parte de las limosnas recibidas en el Jubileo de 1500.
Envió a América a Bartolomé Las Casas para defender los derechos de los indios oprimidos.
Promulgó una bula contra la prensa inmoral y confirmó la fiesta de la Inmaculada Concepción instituída por Sixto IV. Aprobó y defendió muchas órdenes religiosas. Durante su pontificado se consumó el suplicio de Fray Jerónimo Savonarola en Florencia (23 de mayo de 1498), el cual, después de reiteradas amonestaciones, había sido excomulgado por no haber querido cesar en sus predicaciones, y por haberse opuesto a la incorporación de su convento a los de la provincia romana, como el papa le había mandado.
En 1503, después de ocho días de estar en cama, Alejandro VI murió de enfermedad, y no envenenado (como decía una leyenda de la que el mismo Voltaire se burló) por un brebaje preparado por un cardenal, y que un camarero había suministrado a él y a César Borgia, por error o por traición.
Pastor escribe a propósito de Alejandro VI: "La conducta de este hombre de indomable sensualidad y amante de la buena vida, contradice, en todo, a las exigencias del papel que en esta tierra debía representar. Con toda desenvoltura se entregó hasta el fin de su vida a una conducta pecaminosa. Más, caso singular, la manera con que atendió a los asuntos puramente eclesiásticos, nunca dió motivo para reproche alguno. La pureza de la doctrina eclesiástica permaneció intacta. Fué como si la Providencia divina hubiese querido demostrar que los hombres pueden inferir daño a la Iglesia, más nunca destruirla". Alejandro VI fue un fruto de su tiempo.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945