VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

DEBER DE LA MUJER DE PARTICIPAR HOY EN LA VIDA PÚBLICA

19,41

S.S.Pío XII
21 DE OCTUBRE DE 1945

Vuestra entrada en esa vida pública se ha producido repentinamente, por efecto de los trastornos sociales de que somos espectadores. ¡Poco importa! Estáis llamadas a tomar parte en ella...La mujer tiene que concurrir con el hombre al bien de la civitas, en la cual es en dignidad igual a él. Cada uno de los dos sexos debe tomar la parte que le corresponde según su naturaleza, su carácter, sus aptitudes físicas, intelectuales y morales. Ambos tienen el derecho y el deber de cooperar al bien total de la sociedad, de la patria...las nuevas necesidades creadas por el ingreso de la mujer en la vida civil y política han surgido para pedir su concurso. ¿Es acaso solamente una extraña coincidencia, o es necesario ver en ello una disposición de la divina Providencia?


QUESTA GRANDE
(Extracto)
DEBER DE LA MUJER DE PARTICIPAR HOY
EN LA VIDA PÚBLICA

[24] ¿Concluiremos Nos, por tanto, que vosotras, mujeres y jóvenes católicas, debéis mostraros reacias al movimiento que os arrastra, queráis o no, hacia la órbita de la vida social y política? No, ciertamente.

[25] Ante las teorías y los métodos que, por diversos senderos, arrancan a la mujer de su propia misión y, con la lisonja de una emancipación desenfrenada, o en la realidad de una miseria sin esperanza, la despojan de su dignidad personal, de su dignidad de mujer, Nos hemos oído el grito de preocupación que invoca, lo más posible, su presencia activa en el hogar doméstico.

[26] La mujer se ve obligada, de hecho, a vivir fuera de casa, no solamente por su proclamada emancipación, sino con frecuencia también por las necesidades de la vida, por la continua pesadilla del pan cotidiano. En vano, pues, se predicará su retorno al hogar mientras perduren las condiciones que no raramente la fuerzan a permanecer lejos de aquél. Y así se manifiesta el primer aspecto de vuestra misión en la vida social y política, que se abre ante vosotras. Vuestra entrada en esa vida pública se ha producido repentinamente, por efecto de los trastornos sociales de que somos espectadores. ¡Poco importa! Estáis llamadas a tomar parte en ella. ¿Dejaréis acaso a otras, a aquellas que se convierten en promotoras o cómplices de la ruina del hogar doméstico, el monopolio de la organización social, de la que la familia es el elemento principal en su unidad económica, jurídica, espiritual y moral? El destino de la familia, el destino de la convivencia humana están en juego; están en vuestras manos: tua res agitur! Toda mujer, por lo tanto, sin excepción, tiene, entendedlo bien, el deber, el estricto deber de conciencia, de no permanecer ausente, de entrar en acción (en las formas y en las maneras correspondientes a la condición de cada una), para contener las corrientes que amenazan el hogar, para combatir las doctrinas que socavan sus fundamentos, para preparar, organizar y llevar a cabo su restauración.

[27] A este motivo que impulsa a la mujer católica a entrar por el camino que hoy se abre a su actividad se añade otro: el de su dignidad de mujer. La mujer tiene que concurrir con el hombre al bien de la civitas, en la cual es en dignidad igual a él. Cada uno de los dos sexos debe tomar la parte que le corresponde según su naturaleza, su carácter, sus aptitudes físicas, intelectuales y morales. Ambos tienen el derecho y el deber de cooperar al bien total de la sociedad, de la patria; pero es claro que, si el hombre está por temperamento más inclinado a ocuparse en los asuntos externos, los negocios públicos, la mujer posee, generalmente hablando, mayor perspicacia y tacto más fino para conocer y resolver los problemas delicados de la vida doméstica y familiar, base de toda la vida social: lo cual no quita que algunas sepan dar pruebas de gran pericia también en cualquier campo de la actividad pública.

[28] Todo esto es una cuestión no tanto de atribuciones diversas cuanto del modo de juzgar y de llegar a las aplicaciones concretas y prácticas. Tomemos, por ejemplo, el caso de los derechos civiles: son, hoy, para ambos los mismos. Pero ¡con cuánto mayor discernimiento y eficacia serán utilizados, si el hombre y la mujer llegan a completarse mutuamente! La sensibilidad y la delicadeza. propias de la mujer, que podrían arrastrarla tras sus impresiones y correrían así el peligro de perjudicar a la claridad y a la amplitud de la mirada, a la serenidad de las apreciaciones, a la previsión de las consecuencias remotas, son, por el contrario, una precisa ayuda para poner en su verdadera luz las exigencias, las aspiraciones, los peligros del orden doméstico, asistencial y religioso.

El vasto campo de la actividad de la mujer en la actual vida civil y política

[29] La actividad femenina se desarrolla en gran parte en los trabajos y en las ocupaciones de la vida doméstica, que contribuyen, más y mejor de lo que generalmente se podría pensar, a los verdaderos intereses de la comunidad social. Pero estos intereses exigen, además, una selección de mujeres, que dispongan de más tiempo para poderse dedicar a esos intereses más directa y enteramente.

[30] ¿Quiénes podrán ser, pues, estas mujeres, sino especialmente (no queremos decir exclusivamente) aquellas a las que Nos aludíamos hace poco, aquellas a las cuales imperiosas circunstancias han dictado la misteriosa «vocación», aquellas que los acontecimientos han obligado a una soledad que no estaba en su pensamiento ni en sus aspiraciones y parecía condenarlas a una vida egoístamente inútil y sin objetivos? Y he aquí, por el contrario, que hoy su misión se manifiesta múltiple, militante, impregnando todas sus energías, y tal que pocas otras, ocupadas por los quehaceres de la familia y de la educación de los hijos, o bien sujetas por el santo yugo de la regla, estarían igualmente en condiciones de realizarlo.

[31] Hasta ahora, algunas de aquellas mujeres se dedicaban con celo, frecuentemente admirable, a las obras de la parroquia; otras de perspectivas siempre más amplias se consagraban a una actividad moral y social de gran alcance. Su número, a consecuencia de la guerra y de las subsiguientes calamidades, se ha visto considerablemente aumentado; muchos hombres valientes han caído en la horrible guerra, otros han vuelto enfermos; tantas jóvenes esposas, por esto, esperarán en vano la venida de su esposo, el brotar de nuevas vidas en su morada solitaria; pero al mismo tiempo las nuevas necesidades creadas por el ingreso de la mujer en la vida civil y política han surgido para pedir su concurso. ¿Es acaso solamente una extraña coincidencia, o es necesario ver en ello una disposición de la divina Providencia?

[32] De esta manera, es vasto el campo de acción que hoy se ofrece a la mujer y puede ser, según las aptitudes y el carácter de cada una, o intelectual o más prácticamente activo. Estudiar y exponer el puesto y el oficio de la mujer en la sociedad, sus derechos y sus deberes, hacerse educadora y guía de las propias hermanas, enderezar las ideas, disipar los prejuicios, aclarar las confusiones, explicar y difundir la doctrina de la Iglesia para desvanecer con mayor seguridad el error, la ilusión y la mentira, para descubrir más eficazmente la táctica de los adversarios del dogma y de la moral católica; trabajo inmenso y de apremiante necesidad, sin el cual todo el celo del apostolado no obtendría más que resultados precarios. Pero también la acción directa es indispensable, si no se quiere que las sanas doctrinas y las sólidas convicciones resulten, si no absolutamente platónicas, a lo menos pobres en efectos prácticos.

[33] Esta parte directa, esta colaboración efectiva en la actividad social y política, no altera para nada el carácter propio de la acción normal de la mujer. Asociada a la obra del hombre en el campo de las instituciones civiles, se aplicará principalmente a aquellas que exigen tacto, delicadeza, instinto materno, más bien que rigidez administrativa. ¿Quién mejor que ella puede comprender lo que exigen la dignidad de la mujer, la integridad y el honor de la joven, la protección y la educación del niño? Y en todos estos campos, ¿cuántos problemas reclaman la atención y la acción de los gobernantes y de los legisladores? Solamente la mujer sabrá, por ejemplo, templar con la bondad, sin detrimento de la eficacia, la represión del libertinaje; sólo ella podrá encontrar el camino para salvar de la humillación y educar en la honestidad y en las virtudes religiosas y civiles la niñez moralmente abandonada; sólo ella podrá hacer fructuosa la obra del patronato y de la rehabilitación de los que han salido de la cárcel o de las jóvenes caídas; sólo ella hará repercutir en su corazón el eco del grito de las madres, a quienes un Estado totalitario, sea el que sea el nombre con que se adorne, querrá arrebatar la educación de sus hijos.

Algunas consideraciones para terminar

a) Sobre la preparación y formación de la mujer para la vida social y política.

[34] Queda de esta manera trazado el programa de los deberes de la mujer, cuyo objeto práctico es doble: su preparación y formación para la vida social y política, el desarrollo y actuación de esta vida social y política en el campo privado y público.

[35] Es evidente que la función de la mujer, así concebida, no se improvisa. El instinto materno es en ella un instinto humano, no determinado por la naturaleza hasta en los últimos detalles de sus aplicaciones. Está dirigido por una voluntad libre, y ésta, a su vez, está guiada por el entendimiento. De aquí su valor moral y su dignidad, pero también su imperfección, que necesita ser compensada y redimida con la educación.

[36] La educación femenina de la joven, y no pocas veces también la de la mujer adulta, es, pues, una condición necesaria de su preparación y de su formación para una vida digna de ella. El ideal sería evidentemente que esta educación pudiera realizarse ya desde la infancia, en la intimidad de un hogar cristiano, bajo el influjo de la madre. Por desgracia, no siempre sucede así, ni siempre es posible. Sin embargo, se puede suplir, al menos en parte, esta deficiencia, procurando a las jóvenes que por necesidad deben trabajar fuera de casa una de aquellas ocupaciones que son en cierto modo aprendizaje y entrenamiento para la vida a que están destinadas. A este fin tienden aquellas escuelas de economía doméstica que tienen como finalidad hacer de las niñas y de las jóvenes de hoy las mujeres y las madres de mañana.

[37] ¡Cuán dignas de encomio y de aliento son tales instituciones! Son una de las maneras en que puede ampliamente ejercitarse y difundirse vuestro sentimiento y vuestro celo materno, y una de las más excelentes, porque el bien que con ello hacéis se propaga indefinidamente, poniendo a vuestras alumnas en condición de extender a otras, lo mismo en la familia que fuera de ella, el bien que vosotras les habéis hecho. ¿Y qué decir de tantas otras obras con las que ayudáis a las madres de familia, tanto para su formación intelectual y religiosa como en las circunstancias dolorosas o difíciles de su vida?

b) Sobre la actuación práctica de la mujer en la vida social y política.

[38] Pero vuestra acción social y política mucho depende de la legislación del Estado y de la administración del municipio. Por esto la papeleta electoral es en manos de la mujer católica un medio importante para cumplir su riguroso deber de conciencia, sobre todo en los actuales tiempos. El Estado y la política tienen propiamente, en realidad, el estricto deber de procurar a las familias de todas las clases sociales las condiciones necesarias para que puedan existir y desarrollarse como unidades económicas, jurídicas y morales. Entonces la familia será verdaderamente la célula vital de hombres que procuran honradamente su felicidad terrena y eterna. Todo esto lo comprende perfectamente la mujer verdaderamente tal. Lo que ella por el contrario no comprende, ni puede comprender, es que por política se entienda la dominación de una clase sobre otras, la mira ambiciosa de una cada vez mayor extensión de dominio económico y nacional, sea el que sea el motivo con que se justifique. Porque la mujer sabe que tal política abre el camino a la guerra civil sorda o declarada, al agobio siempre creciente de los armamentos y al constante peligro de guerra; conoce por experiencia que, de todos modos, esa política resulta en daño de la familia, que debe pagarla a subido precio con sus bienes y con su sangre. Por esto, ninguna mujer prudente es favorable a una política de lucha de clases o de guerra. Su camino hacia la urna electoral es un camino de paz. Por consiguiente, en interés y por el bien de la familia, la mujer recorrerá ese camino y negará siempre su voto a toda tendencia, venga de donde viniere, que pretenda subordinar a codicias egoístas de dominio la paz interior y exterior del pueblo.

[39] ¡Animo, pues, mujeres y jóvenes católicas, trabajad sin descanso, sin desanimaros ante las dificultades y los obstáculos; vivid bajo el estandarte de Cristo Rey, bajo el patrocinio de la Madre admirable, Reina de las madres, restauradora del hogar, de la familia, de la sociedad! Desciendan sobre vosotras abundantemente las divinas gracias, en prenda de las cuales os impartimos con toda la efusión de nuestro paterno corazón la bendición apostólica.




DOCTRINA PONTIFICIA TOMO V
Retrato de S.S.Pío XII añadido por el administrador del blog.

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