Beatísimo Padre: Yo os amo cuanto vos nos amáis: permitid que os rindamos nuestro homenaje al impulso del amor que a Dios profesamos, y que también os profesamos a vos; a vos que habéis enviado un obispo y algunos sacerdotes a Mangareva, para que nos enseñaran la santa palabra de Jesucristo; a vos que sois el Sumo Pontífice de la Iglesia. Bendecidnos, pues ya amamos a Dios sinceramente hace poco estábamos abandonados a nosotros mismos cual animales, y formábamos un pueblo inicuo semejante al bruto y no al hombre; pero gracias a Dios nos hemos vuelto buenos, y ya somos hijos vuestros y de la Iglesia : bendito seáis mil veces por haberos acordado de nosotros.
Regocijámonos también en la bienaventurada Virgen María. Poseemos a esta buena Madre en Mangareva, cuya estatua nos trajo el misionero Caret, y a la cual queremos mucho, por manera que todo este país le ha sido consagrado. Sí, María es nuestra Madre, y nosotros sus hijos; Mangareva acaba de celebrar en su obsequio una fiesta que ha sido magnífica, porque María es el objeto de nuestra más acendrada predilección.
Igualmente amamos a Jesucristo muchísimo, más que a todas las cosas. Actualmente le edificamos una iglesia de piedra, y por amor suyo hemos hecho una larga caminata en la procesión del santísimo Sacramento, en la cual iba, y le hemos obsequiado con toda solemnidad. Ahora estamos en los días de gracias. Amamos a Dios de corazón, y todo nuestro empeño es aspirar al cielo, lo cual nos ha hecho dignos de recibir la primera comunión.
Gracias por las magníficas vestiduras que me regalásteis : creed que las guardaré con esmero, y las reservaré para grandes solemnidades. También el Rey de Francia me ha enviado una soberbia espada que servirá para análogas ocasiones. Aprecio en mucho el vestido que me hicisteis entregar, el cual me parece divinamente. Los misioneros, hace ya tiempo que residen en Mangareva; pero no creíamos que Caret y Laval vinieran solo por temporada: a ellos debe el pueblo de Mangareva el conocer la buena palabra. Rogad al cielo que derrame sus gracias sobre ellos.
Antes carecíamos casi de alimentos, pues solo conocíamos el maíz, pero ahora poseemos muchos y en abundancia. Éramos perezosos, y ahora nos aplicamos al trabajo, gracias a los misioneros.
Vos sois bueno y clemente, conforme lo habéis acreditado acordándose de este mísero pueblo perdido en la inmensidad de los mares. Mi corazón pertenece del todo a Jesucristo, y yo soy de los más asiduos a la sagrada mesa, siendo mi confesor el P. Cipriano. Todos seguimos puntualmente la palabra de Dios, y los misioneros nos excitan sin cesar a la virtud.
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