Abbé Charles Delagrange
II. ¿Comprendéis ahora, hijo mío, que el mundo es una piedra de tropiezo en el camino de la vida cristiana?
Ved que, en efecto, él se nos atraviesa siempre en el camino de la piedad, del bien y de la virtud, que cubre de espinas dicho camino para hacérnoslo doloroso, que pone allí sus trampas para sorprendernos. Decid si alguna vez habéis caído o cometido un error sin que el mundo no haya tenido nada que ver en vuestra caída. ¿No es él quien os sedujo con sus vanidades, quien puso en vuestro camino la piedra del escándalo, quien proporcionó elementos y oportunidades para vuestras pasiones? Si nos ve en “el camino angosto que lleva a la vida eterna”, a veces nos persigue con su sarcasmo, como lo hizo Semei con David en el camino del exilio; a veces nos provoca mediante ataques y vergüenzas, como lo hicieron los amalecitas con el pueblo de Israel dirigiéndose hacia la tierra de Canaan; a veces nos invita a sus fiestas para corrompernos, como lo hicieron Sanaballat y Gossem con Nehemías, mientras él se ocupaba en reconstruir los muros de Jerusalén.
Lamentablemente, no siempre rechazamos, como este fiel Nehemías, los avances de este falso amigo que quiere hacer alianza con nosotros: ¡nos desviamos de nuestro camino, dejamos nuestro trabajo y bajamos cerca de sus hijos para divertirnos con ellos!
El mundo nos engaña y seduce. — Además, se presta felizmente a la malicia de Satanás, “el príncipe de este mundo”, para reanudar con nosotros el juego cruel y perverso que jugó con nuestros primeros padres.
Continuará...