Abbé Charles Delagrange
¡Y bien! Debemos hacer nuestros los sentimientos del Apóstol hacia el mundo si realmente queremos vivir como cristianos. ¿Por qué? Porque, respondería el Apóstol y debemos responder con él, veo en el mundo a un tentador, a un malvado que, después de haberme engañado, se divierte con mi error y se le ocurre un nuevo juego para engañarme otra vez; porque insulta al Dios que adoro y se burla del Evangelio, que es mi fe y mi ley; porque considera una necedad la cruz, que es mi gloria, que es mi gozo, que es mi salvación.
¿Quieres la razón de la oposición que debe existir entre tu vida y la de la gente del mundo? He aquí, según San Pablo: “Los que están bajo el poder de la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros estáis bajo el imperio del Espíritu, si el Espíritu de Dios, que recibisteis en el bautismo, aún mora en vosotros. Ahora bien, si alguno no tiene el Espíritu de Jesucristo, no es de Jesucristo... Así que no somos deudores de la carne para vivir según la carne. De hecho, si vivís según la carne, moriréis. Pero si, por el contrario, hacéis morir por el Espíritu las obras de la carne, viviréis, porque todos los que actúan bajo la inspiración de Dios, son hijos de Dios. »1 Ahora, ya sabéis si se vive según el Espíritu de Jesucristo en el mundo o según el espíritu de Satán...
Por tanto, tomaremos nuestra regla de conducta de esta exhortación del mismo Apóstol: “Debéis trabajar, como aprendisteis en la escuela de Jesucristo, para despojaros del viejo hombre y de esta vida sensual, que ha sido vuestra hasta ahora; a vosotros os toca renovaros en el interior de vuestra alma y revestiros del hombre nuevo creado según Dios en justicia y santidad. »2
Oh Jesús mío, ayúdanos en la difícil tarea de revestirnos de vuestro Espíritu para vivir según vuestro corazón.
1. Rom., VIII, 8.
2. Ephes., IV, 21.
FIN
(Sacado de Le miroir de la vie chrétienne, París, 1872)
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