VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

EL ESPEJO DE LA CRUZ (XVIII)


CAPITULO 14 - Cómo por la Cruz se conoce el pecado, y cuánto lo odia Dios, y cuánto se debe llorar por los muchos males que de él se derivan. (2ª parte)


En primer lugar lo hace pobre, ya que el hombre que no tiene dominio de sí mismo, cuando peca mortalmente, pierde todo su mérito y todo lo que ha ganado, y es despojado de todo bien y de toda virtud; y en este estado no puede ganar, ni hacer algo de mérito ni que agrade a Dios.


Además, el pecado hace al hombre espiritualmente enfermo y débil; porque como el enfermo está débil y en peligro de muerte, está fastidiado consigo mismo y ha perdido el gusto, ya que las buenas cosas le parecen malas: así el hombre que está en la enfermedad del pecado es débil para todo bien. Por eso vemos que muchos pecadores, que son fuertes para el mundo, capaces de combatir tanto en mar como en tierra, y soportar hambre y sed, no son fuertes ante Dios para decir aunque sea tres “Pater Noster”, ni para ayunar siquiera un día. Además, el pecador está en continuo peligro de caer en el infierno, y en esta vida misma el pecador está en sufrimiento y tedio de sí mismo, ya que no se contenta, ni él mismo sabe lo que quiere. Por eso dice san Agustín: “Señor, Tú has mandado que toda alma desordenada sea el castigo de sí misma”. Además el pecador pierde el gusto y el apetito, porque ninguna cosa útil le parece buena, deseando las cosas contrarias y pareciéndole amar las cosas dulces: porque al hombre pecador todas las cosas espirituales le dan fastidio, y las cosas amargas y contrarias del mundo le parecen buenas y las desea. Contra estos tales dice Isaías: “¡Ay de vosotros, que llamáis bien al mal y mal al bien, y llamáis luz a las tinieblas y a las tinieblas llamáis luz!”.


El tercer mal que hace el pecado es que pone al hombre en la prisión y en la servidumbre del diablo. Por eso dice Cristo: “Quien realiza el pecado es siervo del pecado”; y como prisionero, no puede salir del pecado sino por especial gracia de Dios. Por eso dice el Salmista: “Los lazos del pecado me han atado”. Y agradece a Dios diciendo: “Señor mío, Tú has desatado y roto mis ataduras”.


Además, el pecado quita los amigos: ya que el hombre que cae en el pecado pierde la participación en el mérito de todos los fieles y su amistad; como miembro podrido está cortado y apartado del cuerpo de la Iglesia. Pero el hombre que está en gracia, participa de todo el bien de los fieles. Por eso decía el salmista: “Señor, te agradezco porque participo del bien de todos aquellos que observan tus mandamientos”.


Además, el pecado pone al hombre en grave y peligrosa guerra. Por eso dice Job: “Quien resiste a Dios, ¿dónde encuentra paz?”. Como diciendo: en ninguna parte. Y la Escritura dice que el hombre impío no tiene paz. Y esto es verdad: ya que el desorden del pecado, la soberbia y la ira, mantienen al hombre en continua tempestad. Por eso, si los amigos de Dios no tuviesen otra cosa, tienen en este mundo algo mejor que los pecadores, ya que tienen paz y reposo, están contentos y siempre alaban a Dios.


Además, el pecado deshonra al hombre ya que lo envilece, quitándole la semejanza con Dios y dándole la de los animales. De esto habla el Salmista: “Estando el hombre en su honor, no lo entiende y es comparado y asimilado a los jumentos necios”. Y por eso, por medio del profeta Dios le dice al alma pecadora: “Fíjate, pecadora, cómo te has hecho vil cayendo una y otra vez en los pecados”. El pecado hace al alma vil ya que le quita su dignidad, es decir, de ser esposa de Dios la hace ser adúltera y sierva del diablo, y le quita la libertad del arbitrio constriñéndola a hacer el mal. Además, por el pecado el hombre pierde la sabiduría. Por eso dice Job que la sabiduría no se encuentra en la tierra, es decir, en la mente de los que viven delicadamente en los deleites del mundo. Y en el libro de la sabiduría dice: “La sabiduría de Dios no entra en un cuerpo sujeto al pecado”.


Además, el pecado le quita al alma el consuelo de Dios. Por eso dice san Bernardo: “El consuelo de Dios es muy frágil y delicado y no le es dado a los que buscan el consuelo del mundo”. Y como dice san Agustín: “Es imposible que el hombre tenga consuelo en esta vida y en la otra, y conviene que quien quiera uno, pierda el otro”.


En conclusión: el pecado quita al hombre la luz de la gracia en esta vida y luego la de la gloria, y le da muerte eterna. Que el pecado le quite la luz, lo dice Dios por medio del profeta Isaías: “La malicia ha enceguecido a los pecadores”. Y por ello la Escritura en muchos pasajes llama ciegos y necios a los pecadores; ya que así como el hombre es considerado tonto por el mundo si cambiase unas monedas por dinero, y eligiese antes un montón de estiércol que uno de oro, así entonces es tonto ante Dios el que cambia a Dios por cosas de menor valor, y elige antes el estiércol de los bienes del mundo que el tesoro de Dios.


En resumen: solamente el pecado es mal, ya que ninguna cosa es mala para el hombre sino el pecado. Por eso dice san Pablo: “Para quien ama a Dios, todas las cosas se le vuelven un bien”, por más contrarias y malas que le parezcan. Y así, como dice Salomón: “Para el hombre necio, es decir pecador, todo le es contrariedad”. Y tan maldita cosa es el pecado, que ninguna cosa es tan buena que al pecador no le parezca mala. Por eso el Cuerpo de Cristo, y todo sacramento por el cual se da la gracia a los buenos, para los malvados se convierte en veneno y muerte espiritual.


Por consiguiente, mucho se debe odiar y huir y llorar por el pecado cometido: puesto que todos los males enumerados, (el pecado) se los hace uno por uno a los que lo poseen. Y generalmente todos los juicios, peligros, muerte, pestes y hambre vienen por el pecado. Por eso, si el hombre odia a alguien que haya matado a su hermano, mucho más debe odiar al pecado, el cual es causa de toda muerte temporal y eterna, (como si fuera el asesino) de todos nuestros amigos y parientes.
Continuará...